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Transición energética como herramienta geopolítica para China y Brasil

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Fecha Publicación: 28/11/2024 - 22:20
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La reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), celebrada en Bakú, Azerbaiyán, concluyó con un acuerdo en el que los países desarrollados se comprometieron a aportar 300,000 millones de dólares anuales hasta 2035 para apoyar a las naciones en desarrollo en su lucha contra el cambio climático. Este compromiso busca reemplazar el objetivo anterior de 100,000 millones de dólares anuales, establecido en el Acuerdo de París, que recién se cumplió en 2022. Esto genera dudas sobre la viabilidad de este nuevo monto, especialmente en el corto y mediano plazo.
A pesar de ser significativo, el acuerdo financiero ha sido considerado insuficiente por muchos países en desarrollo y organizaciones ambientalistas, quienes señalan que no se alinea con la magnitud de los desafíos actuales. De hecho, dadas las proyecciones de daños futuros, se estima que la cifra debería superar el billón de dólares. Además, la ausencia de compromisos claros para reducir el uso de combustibles fósiles y la falta de estrategias concretas para limitar el calentamiento global a 1,5 °C han generado escepticismo sobre la efectividad real de los acuerdos alcanzados.
La próxima COP30, que se celebrará en Belém, Brasil, en 2025, coincidirá con el décimo aniversario del Acuerdo de París y ofrecerá una oportunidad crucial para que Brasil lidere la agenda climática global. Este evento no solo permitirá al país fortalecer su posición como actor clave dentro de los BRICS, sino que también consolidará su papel como potencia regional. Ejemplo de esta influencia es su decisión de vetar el ingreso de Venezuela al bloque en octubre pasado, un movimiento que refuerza la narrativa de Brasil como líder sudamericano en busca de hegemonía.
Brasil, con su vasto territorio, abundantes recursos naturales y crecientes capacidades industriales, tiene las credenciales para desempeñar un papel central en la geopolítica global, particularmente en el contexto de la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China. En esta dinámica, las energías renovables han emergido como un frente estratégico clave.
China, por su parte, ha intensificado sus inversiones en Brasil y el resto de América Latina, consolidándose como un actor clave en infraestructura, energía y tecnología en la región. Estas inversiones le están brindando a China una mayor presencia en América Latina y fortalecen su posición como líder en la producción de tecnología basada en energías renovables. Un ejemplo destacado es su industria de vehículos eléctricos. La empresa BYD, que, en el cuarto trimestre de 2023, superó a Tesla en ventas globales de autos eléctricos, ha anunciado inversiones significativas en Brasil, incluyendo la modernización de plantas con una capacidad proyectada de producción de hasta 300,000 vehículos eléctricos anuales para 2025. Esto promete impulsar aún más la penetración de esta tecnología en América Latina.
La alianza estratégica entre Brasil y China podría consolidarse durante la COP30, posicionándolos como líderes en la transición energética global. Además, esta colaboración podría servir como un contrapeso geopolítico frente a unos Estados Unidos marcados por tendencias aislacionistas y escepticismo hacia el cambio climático, en el marco de la actual guerra comercial entre ambas potencias.
Eventos internacionales como las conferencias COP y los foros APEC trascienden su función de espacios de integración y negociación, convirtiéndose en escenarios donde se despliegan dinámicas de poder y se evidencia el liderazgo global. La falta de compromisos más ambiciosos en la COP29 podría interpretarse como una estrategia deliberada de China para esperar a la COP30, desde donde, junto a Brasil, podría liderar un cambio energético global mientras fortalece la posición de Brasil como líder regional, reduciendo la influencia de Estados Unidos en Sudamérica.
En este contexto, las alianzas estratégicas y las inversiones en energías limpias no solo moldearán el panorama ambiental, sino que redefinirán las esferas de influencia en la geopolítica del siglo XXI. América Latina, con Brasil como protagonista y China como socio estratégico, se perfila como el escenario donde convergerán los intereses por un futuro más sostenible y las ambiciones por el poder global.

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