Tremendas lagartijas
A estas alturas desde distintos sectores de la opinión pública se terminó de poner en su sitio, con una buena dosis de ubicaína, suficiente –y creo también preventiva en el futuro inmediato– a quienes en la víspera del último Día de los Inocentes, pretendieron blanquearse políticamente, pues antes de manifestarse ante la opinión púbica tendrían que hacerlo ante los tribunales de justicia por sus cuestionadas y hasta presuntamente delincuenciales gestiones en cargos públicos ejecutivos. Echaron mano de un llamado “manifiesto por la democracia” (lo pongo en minúsculas porque nada más irreverente y lejano de un ético proceder político), que se arrogaba, como es usual en cierta gente, la representación de la mayoría del país para hablar de lucha contra la corrupción y el crimen organizado y ¿cómo no? proponer un “adelanto de elecciones”.
Insisto en referirme a tal “manifiesto” porque creo nunca está de más encarar a esa gente que se cree –sin serlo ni en broma– referente de buena conducta y que pretende que los demás no recuerdan incluso sus recientes tropelías. ¿Puede acaso un funcionario ejecutivo de los gobiernos probadamente (no sin pruebas y con la argucia de la “autoría mediata”) corruptos de Toledo, Villarán, Vizcarra, Castillo, etc. pontificar sobre anticorrupción o crimen organizado? ¿Pueden hablar de democracia quienes fomentaron y azuzaron actos de violencia dañinos para el país y para los propios instigados a cometer delitos contra las personas y los bienes públicos y privados?
A tal irrespeto o pensando mejor, incapacidad moral, llegan los autores del manifiesto que piden adelanto de elecciones, simulando que no les interesará participar en las posibles elecciones a ellos o a sus allegados. Como si no se supiera que se trata de personas que no son capaces siquiera de cumplir los muy fáciles, en mi opinión, requisitos exigidos para fundar un partido político, o peor aún, personas que cuando militaron en alguno lo sabotearon por dentro (hasta en su línea de principios o ideología).
No tengo duda que los protagonistas del desliz que comento –y los oscuros intereses que muy probablemente los sostienen– se frotaban las manos creyendo que podían cosechar de un clima político, social y económico ciertamente no auspicioso pero provocado por personajes que ellos mismos auspiciaron, apoyaron y hasta resultaron cómplices. Imagino a más de uno o una, que se creen presidenciables, proyectándose en la posición anhelada, no para servir a los demás y al Perú, sino para servir a su angurria y a las frustraciones sufridas.
A no bajar la guardia ante similares arremetidas.
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