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Tripartismo, concertación y planificación para terminar la crisis
En abril de este año, tres de mis artículos de esta columna tocaron el tema de la concertación como única alternativa democrática en el contexto de la crisis que vivimos; han pasado 4 meses y cada día es más necesaria.
Actualmente hemos llegado a un quinto gobierno electo democráticamente, récord para un país como el nuestro, que adolece de permanente inestabilidad, por lo cual debemos seguir fortaleciendo los procesos democráticos.
La política siempre la he practicado: como presidente de la Federación Petrolera del Perú, como alumno de Economía en San Marcos, como director del Centro de Altos Estudios Sindicales, y con mayor razón como diputado por Lima y dos veces senador de la República, además de como periodista (7 años en RPP y escribiendo hasta el día de hoy en Diario Expreso), como autor de más de una decena de libros sobre economía, educación, concertación y política, y desde hace 40 años como empresario del rubro de la educación tecnológica.
Debido a esto, me encuentro convencido de que la política necesariamente debe ser ciencia de resultados, y que no importa si somos de izquierda, de derecha o de centro: el tema es no ser eminentemente mercantilista y contar con valores.
La pandemia de covid-19 puso al descubierto las enormes debilidades institucionales del país; a pesar de los altos precios históricos de nuestros minerales de los últimos 20 años, los ingresos solo han traído crecimiento económico sin desarrollo: fuimos el país (en el mundo) que más muertos tuvo por millón de habitantes, y también el país con el mayor costo económico. Y hasta la fecha nadie ha investigado cuáles han sido las causas de esta desgracia; como si las vidas de 200 mil peruanos no fueran relevantes.
Recordemos que Toledo, al iniciar su gobierno, llamó a una concertación nacional. Esto permitió que, a pesar de haber llegado al 5% de aceptación según las encuestas, pudiera mantener la estabilidad política, y que a nadie se le ocurriera plantear una vacancia presidencial.
Esta concertación tuvo el nombre de Acuerdo Nacional, y tuve el honor de integrarla por el PPC, en mi condición de presidente de la comisión del plan de gobierno, invitado por Ántero Flores-Aráoz y Lourdes Flores Nano.
El Acuerdo Nacional tuvo inspiración en los Pactos de la Moncloa (España, 1977), mediante los cuales los partidos políticos se pusieron de acuerdo en la implementación de un programa económico de consenso en medio de una enorme crisis política, económica y social.
También es importante considerar la experiencia italiana de concertación, que logró acuerdos entre el Estado, los grandes gremios y los empresarios, para definir una política de sueldos y salarios provenientes de un acuerdo concertado.
En Latinoamérica, entre otros, tenemos el caso de la Gran Comisión Colombiana de 1965 para implementar un código del trabajo. También el pacto obrero industrial celebrado en México en 1945, que logró una alianza para la producción.
Si se quiere lograr una concertación viable, tiene un costo económico, que debe ser compartido entre Estado y empresarios, quienes deben tener una representación con mayor número de representantes. Recurrir al tripartismo, refiere a un instrumento de política social, mediante el cual los representantes del gobierno (Ejecutivo y Legislativo), del trabajo (empleadores y trabajadores), y del resto de las fuerzas vivas del país (Academia, Colegios Profesionales y las iglesias), actúen conjuntamente.
La concertación equivale a hacer converger voluntades y actitudes, mediante la conciliación de puntos de vista e intereses distintos y a veces contradictorios. Permitiría planificar el desarrollo del país, lo que implica realizar procesos que suponen seleccionar opciones, asignar prioridades, conciliar intereses y determinar responsabilidades.
Se debe considerar generar una comisión permanente de varios años (financiada por la cooperación internacional, el gobierno central y los empresarios) para tratar el tema de la informalidad, la seguridad ciudadana, la salud y la educación en todos sus niveles, con medios digitales propios de la época, cada vez más tecnológica. También se preocuparía por la sustitución del petróleo por energías hídricas y gas natural, de los cuales el Perú tiene ingentes cantidades, y la sustitución de los patrones de consumo, para cambiar el trigo por los granos andinos.
La reconstrucción del Perú requiere de la participación de todos, y no solo de un acto político como un referéndum, y menos pretender cambiar la Constitución a la medida de los votos que se tengan en el Parlamento. La dignidad no lo permitiría.