Trump again
Donald Trump dejó con los crespos hechos a todas las encuestas que pronosticaban un resultado de empate muy reñido con Kamala Harris y a todos los medios que la apoyaron. Trump arrasó en la misma noche de la elección del 5 de noviembre. De inmediato, han saltado las críticas de izquierda y derecha, todas ellas ideologizadas o hipócritas.
Los liberales, por ejemplo —no los woke americanos, sino los creyentes en el libre comercio—, temen que las políticas proteccionistas anunciadas por Trump en la campaña electoral perjudiquen el libre mercado mundial y terminen minando el poderío norteamericano en una guerra comercial con China, lo que de rebote llegaría al Perú, principal socio comercial del gigante asiático. Jaime de Althaus publica un artículo en la web Lampadia, siguiendo a Pablo Bustamante, donde advierte que sería un grave error de Estados Unidos poner aranceles a los productos chinos que subsidian toda su línea productiva. Olvida que este es un juego geopolítico donde los Estados privilegian lo que más les conviene para hacerse o conservar una situación de poder en el mundo. Lo que De Althaus propone es meramente ideológico y no tiene en cuenta las contingencias del mundo y cómo se mueven los Estados en él.
En principio, es absolutamente cierto que el libre comercio es deseable y beneficioso para el desarrollo y el progreso de las sociedades de los Estados. Pero las teorías ideológicas tienen sus excepciones. Con total razón, De Althaus afirma que poner aranceles como prometió Trump en campaña a ciertos países rompe la ley liberal de que el mercado asigna los productos a sus usos más valiosos y productivos. Eso va en contra de los consumidores, que encuentran productos caros y de mala calidad. La pregunta que yo les hago a De Althaus y Bustamante es por qué no aplicaron la misma máxima al caso peruano de las AFP, a cuyo retiro de fondos se opusieron en sendos artículos a través de Lampadia. Si fuese cierto que el mercado asigna los bienes a sus usos más valiosos y productivos, ¿por qué el Estado tendría que obligar al mercado, o sea a los individuos, a tener un fondo de pensiones privado si, en la teoría liberal, uno sabe mejor qué le conviene sobre cómo invertir en su futuro?
Ahora, creer que el Perú, que es pigmeo en el concierto de las potencias, pueda liderar una cruzada a favor del libre comercio es una inocentada. Pero no solo los liberales atacan a Trump. Los caviares, woke, progresistas y demás perlas demuestran sin vergüenza ni tapujos la hipocresía de sus “convicciones”. Tal es el caso de la señorita Pía Hildebrandt, quien en sus redes sociales, tras el triunfo de Trump en el voto latino, dice: “Solo espero que todos los hispanos que votaron por la basura de #Trump sean encerrados en jaulas como perros y deportados sin piedad para que aprendan lo imbéciles y patéticos que son...”. En otras palabras, la señorita Hildebrandt tiene un discurso humanista contra los pobres migrantes ilegales enjaulados, pero, como perdió su candidata y ganó el objeto de sus odios (a quien llama “basura”), entonces sus principios de derechos humanos se van por el water y se convierte en una émula de Heinrich Himmler y sus campos de concentración nazi. En ella, los principios se tratan de salirse con la suya.
Otro que me llamó la atención fue el internacionalista Farid Kahat, profesor de varias universidades caviares, incluso de la Academia Diplomática. Al parecer, Kahat tiene una vena de cómico frustrado en Facebook. Haciéndose el chistoso, pone la imagen de las tres esposas de Trump: Ivana Trump (†), Marla Maples y Melania Trump. Tanto Ivana como Melania son inmigrantes. El supuesto chiste racista de Kahat es que esa es la prueba de que los inmigrantes hacen el trabajo que los americanos no quieren, en alusión a casarse con Trump.
Trump ha hecho que sus adversarios se revelen tal cual son.
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