Trump y Castillo
No pretendemos ni por asomo borronear una suerte de “Vidas Paralelas” al estilo de Plutarco, e incluso dudamos de que el gran historiador griego de haber vivido en estos turbulentos tiempos siquiera se hubiese interesado en semejantes “personajes”, en especial de nuestro esperpéntico ocupante de Palacio. Sin embargo, más allá de la similitud de ambos en cuanto a la vacancia presidencial que persiguió al primero y la que persigue al segundo o porque enfrentan una colección de investigaciones fiscales y parlamentarias, lo verdaderamente significativo entre ellos es que su principal defensa frente a la montaña de indicios o medios de prueba en su contra es de que son “víctimas” de una perversa persecución política o de un acoso antidemocrático e inconstitucional.
En el caso del polémico expresidente norteamericano, este sostiene sin rubor alguno que su cada vez más demostrada responsabilidad política, penal y tributaria por azuzar la traumática intentona de toma del Capitolio; por sustraer documentación oficial secreta o confidencial del Estado y llevársela a su mansión y por sus turbios negocios privados, respectivamente, no son otra cosa que falsas imputaciones con el propósito de desacreditarlo y cerrarle el paso a una nueva sombría campaña presidencial. Por su lado, el que funge de primer mandatario por estos lares, abrumado en apenas un año de desgobierno por media docena de carpetas fiscales en las que se le sindica como presunto corrupto y cabecilla de una organización criminal familiar y de allegados desde el poder, se victimiza hasta la náusea y alega el mismo cuento persecutorio.
El problema para los dos imputados es que las máximas autoridades fiscales de sus países no se amilanan frente a ello y desbaratan ante la comunidad internacional la falaz coartada. El fiscal general estadounidense, en lo que es su competencia, ha defendido las órdenes ejecutadas contra el inefable Trump. De igual modo, nuestra fiscal de la Nación ha hecho valer la autonomía y legalidad del Ministerio Público en la actuación de sus diligencias e investigación preliminar contra el impresentable Castillo. A otro, pues, con el manido hueso de la persecución política y que en cada país caiga quien tenga que caer. Nadie está por encima de la ley y la justicia empezando por los altos funcionarios. ¡AMÉN!
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