¿Tú también has notado más tráfico en Lima?
Desde hace unas semanas, gracias al plan de operaciones “Abanico Verde 2023”, en Lima Metropolitana han aparecido más policías en las calles, quienes han sido tomados prestados de sus labores administrativas para contribuir con el orden de la ciudad, lo que, de hecho, es algo positivo; sin embargo, muchos de los oficiales, por alguna razón que desconozco, han empezado a dirigir el tránsito, algo que no debería ser un problema si no lo hicieran en lugares donde existen semáforos que funcionan correctamente y donde no suele generarse tráfico.
Hay un dicho que dice: “está bien culantro, pero no tanto”, y aunque pueda sonar gracioso, guarda una gran sabiduría y verdad, como la mayoría de los dichos populares. Y es que cualquier cosa en exceso termina siendo perjudicial. El sobrecontrol del tránsito ha empezado a generar congestión vehicular en lugares, y a horas, donde antes no la había.
El tránsito vehicular, hoy, en el siglo XXI, en tiempos donde la tecnología utiliza inteligencia artificial (lo que al parecer implica una nueva revolución tecnológica para la humanidad, que nos hará avanzar aún más rápido en nuestro desarrollo como especie), se debe controlar con semáforos de inteligencia artificial y sensores de calor, como se hace en la mayoría de los países desarrollados, por ser, obviamente, lo más lógico.
En este sentido, tener en cada esquina a un oficial de policía monitoreando el tránsito, es un salto hacia atrás hacia la era de las cavernas, es como utilizar armas de fuego para prender una fogata.
Es cierto que la delincuencia ha desbordado Lima, que las mafias extranjeras han establecido nuevos estándares de violencia que aún nos impresionan, y que los delitos más aberrantes, como la trata de personas, se han vuelto algo normal en nuestra capital. Resulta obvio que la solución a estos problemas pasa por mostrar más autoridad por parte del Estado en las calles, y la policía es el recurso humano del Estado para hacerlo y combatir la criminalidad. Pero, si los recursos se utilizan incorrectamente, solo terminan desperdiciándose.
Los oficiales deben estar en las calles, de acuerdo, ellos son la presencia misma del Estado, pero deberían estar patrullando, evitando el delito y, para hacerlo de manera más funcional, podrían coordinar y acompañar al serenazgo de los distritos, quienes cuentan con recursos que complementarían a los de la policía: como camionetas y cámaras estratégicamente ubicadas, lo que permitiría que todos los recursos humanos se utilicen adecuadamente y se logren objetivos concretos contra la delincuencia.
Es cierto que estos oficiales extra en las calles, antes de ser encomendados a cuidar la capital, se dedicaban a labores administrativas, por lo que se puede asumir que su experiencia en la jungla de asfalto debe ser mínima. Puede que sea subestimarlos considerar que no están en las condiciones para enfrentarse a tiros a criminales de bandas organizadas, sin embargo, un patrullaje general, a pie y en vehículos, podría contribuir a reducir los delitos menores, más aún si se hace de forma integrada con los serenazgos.
Esperemos que el Estado, en su proceso de realimentación, encuentre los errores que viene cometiendo y los rectifique, para que funcione con eficiencia. Lamentablemente, el problema con el aprendizaje de nuestro Estado es que suele tardar. Las instituciones de nuestro país, al ser aparatos hiperburocratizados, laxan todo, haciendo que la adecuación al progreso del mundo se dé con retraso.
Como sociedad, nos toca exigir que el Estado haga las cosas de la mejor manera posible y utilizando la menor cantidad de recursos; solo eso nos beneficia a todos. Y, en esta nueva era tecnológica, para lograrlo se debe ir a la par del avance de la tecnología. Claro, siempre utilizando los recursos coherente y eficientemente: de nada serviría generar un sistema de tránsito automatizado con semáforos de inteligencia artificial y sensores de calor, si al lado habrá tres policías contradiciendo lo que dice el programa.
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