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TUKAMARA, ojo de serpiente

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Fecha Publicación: 09/09/2022 - 22:05
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Desde nuestra selva llega la prosa fresca, transparente como agua cristalina, reluciente y pura; llega diáfana como espejo para que el mismo sol pueda mirarse y darse cuenta de la palidez de quienes intentan opacar sus rayos; viene con la fuerza de la madreselva anunciando las buenas nuevas con la mirada bravía de sus ojos grandes; llega como jardín floreciente de palabras para tocar la puerta de nuestros, a veces, insensibles corazones.  Ukamara, ojo de serpiente es historia versada de sueños que se van deshojando, poquito a poco, para quedar como tronco vivo, verde, que no se detiene, que sigue creciendo, que se resiste a morir.

Carlos Reyes Ramírez, a quien seguramente muchos imaginan vestido con plumas y hojas de árboles raros, ululando con su aguda voz, en su peque-peque, nos entrega esta hermosa joya para leerla una y mil veces. El libro da vida a quienes habitan en territorio negado y solo los conocemos en mitos y leyendas intencionalmente tachadas por quienes prefieren que broten a borbotones las lágrimas blancas de los árboles o que lloren los ríos su mala suerte de oro negro. Él no se guarda nada y nos dice con el pecho descubierto, que “Ukamara es ojo de agua, galaxia recién explorada, unidad sideral y esmeralda como huevo de perdiz”.  Al respecto, Gonzalo Espino escribe: “un libro que va del mito a los orígenes; es la historia de ribereños, de su gente –en la ciudad o en el futuro–; en una suerte de ritual de la memoria amazónica”.

Estamos invitados para disfrutar de nuestros propios sueños; para recorrer, como raíces de milenarios árboles, esta tierra que todavía nos sostiene aunque poco a poco esa pertenencia se va volviendo mito; para caminar y acariciar las semillas que todavía brillan multicolores como flores, porque “Ukamara es el mismo dios que pasea su cuerpo por troncos y puertos repletos de canoas y niños”. Naveguemos, pues, aguas arriba, no tenemos otro camino, solo así podremos trenzar puentes y escalar de rama en rama entre bosques de vida y abolir la muerte de nuestros cantos y mitos, de nuestra historia, de nuestra propia muerte. No nos rindamos a padecer bajo los poderes de sepulcrales miradas de cemento, es tiempo de rendir culto al amor, de apostar por la vida, para que tengamos ojos de serpiente y caminemos cantando a través de montes, ríos, lagos y praderas y un día podamos formar un nuevo hogar en el inmenso mar.

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