Un conflictivo presidente accidental
El presidente, abusando del recurso extremo de dirigirse a la sociedad apelando a un mensaje a la nación –metodología reservada para anunciarle a la ciudadanía aspectos de real trascendencia nacional- el viernes pasado se dirigió al país para decirle nada. Más propiamente, nada nuevo. Vale decir, para reiterar lugares comunes y malgastar, por gusto, jarabe de lengua. Temas repetitivos como maltratar al Congreso. Aunque antes había reiterado, incongruentemente, que respeta “la independencia de poderes”. Gesto que revela cierto estado de perturbación, posiblemente endosable a su precaria popularidad. Sin embargo, a diferencia de sus anteriores mensajes a la nación, esta vez decidió victimizarse denunciando que lo atacan, sin especificar quiénes lo hacen. Tal vez este dislate presidencial se deba a que aquella prensa que mantenía de aliada -con la multimillonaria publicidad estatal- ya amenaza con abandonarlo si no le sifonea más presupuesto apelando a un venal subsidio -pagado por todos los peruanos- para permitir que Martín Vizcarra goce de popularidad artificial. Entonces, mortificado por semejante karma el presidente quizá confunda crítica justificada con ataques. O hasta con amenazas. Algo que sospechosamente evitó precisar de quiénes provienen.
Volvamos a la esencia del mensaje: embestir al Parlamento. Según Vizcarra, el Poder Legislativo es un ente inservible; un organismo abocado a confabular contra el interés nacional. ¿Su razonamiento? El Congreso encarpeta los proyectos de ley que él envía al Legislativo para convertirlos en normas. Vizcarra atenta así contra lo que manda la Constitución: la división de poderes. Trata al Parlamento como mera mesita de partes, conminada a recibir –y de inmediato atender, analizar, debatir y aprobar- todo aquello que le remita papá gobierno. Debemos precisarle al jefe de Estado que el Congreso es la asamblea general que representa a la plurinacionalidad peruana. Los congresistas personifican a todas y cada una de las circunscripciones del Perú. Como tal, su objeto constitucional consiste en funcionar como institución empoderada para proponer, debatir, elaborar, modificar y aprobar las normas que rijan en la República. Por si fuera poco, el Parlamento constitucionalmente es el contrapeso encargado de fiscalizar al omnipresente Poder Ejecutivo. En consecuencia, siendo el único ente encargado de elaborar leyes –los preceptos que rigen la vida y hacienda de los ciudadanos- éstas deberán ser pro-fun-da-men-te sopesadas. Aunque papá gobierno pretenda que se aprueben al caballazo. Como ocurrió con la legislación orientada a reformar la Justicia. Palacio remitió un paquete de normas de tan mala factura que el Parlamento tuvo que enmendarle la plana. Lamentablemente acabaron aprobadas al galope, pues Vizcarra amenazó con clausurar el Legislativo si demoraba un día más. Tremendo error. Los parlamentarios debieron retar a que lo hiciera. No ocurrió. Más adelante, el Ejecutivo sometió estas normas a un referendo teledirigido desde Palacio de Gobierno. Ahora Vizcarra quiere imponerle al Parlamento un paquetazo de leyes de reforma política elaboradas por un comité de “sabios” que, inconstitucionalmente, intenta reemplazar al Poder Legislativo. Entonces el mandatario vuelve a usar este pretexto para amedrentar al Legislativo. ¿Es usted acaso un zar, presidente Vizcarra? Cuidado. No olvide que es un mero presidente accidental.