Un Congreso corrupto
La Fiscalía de la Nación realizó el último viernes un megaoperativo por el caso ‘Los Niños’ en las viviendas y oficinas de 18 parlamentarios. Estos “padres de la patria” habrían sido beneficiados -con obras públicas y puestos en el Estado- por el Gobierno corrupto del golpista exmandatario Pedro Castillo. En el operativo, se hallaron fajos de miles de dólares y soles debajo del colchón del congresista de Acción Popular José Arriola. Se trata, lamentablemente, de una raya más al tigre para un partido que apesta a podrido de tanto deshonesto que ahí pulula, pues de AP salieron los primeros legisladores acusados de venderse al golpista.
De acuerdo al Ministerio Público, los parlamentarios investigados por el caso ‘Los Niños’ blindaron a Castillo con sus votos. En simple, la Administración del chotano -que hoy cumple prisión preventiva por intentar quebrar el orden constitucional- subsistió gracias a unos miserables muertos de hambre que traicionaron a sus votantes.
Y es que las labores de un congresista son las de representar, legislar y fiscalizar, siendo esta última fundamental para que exista el equilibrio de poderes, que es requisito indispensable en toda democracia. Con la investigación fiscal que avanza a paso acelerado, hoy podemos confirmar que Pedro Castillo nunca iba a ser destituido: ya tenía comprado los votos necesarios para mantenerse en el poder.
Afortunadamente, Castillo -asesorado por los orates Aníbal Torres y Betssy Chávez- cometió la estupidez de intentar perpetrar un golpe de Estado sin tener de su lado a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Podemos asumir, entonces, que Castillo se vacó solo, porque este Parlamento corrupto lo iba a defender hasta las últimas consecuencias.
Para explicar la existencia de ‘Los Niños’, es necesario recordar la campaña de demolición que emprendió Martín Vizcarra contra el Congreso. En pos de ganar popularidad, el lagarto -aconsejado por el argentino Maximiliano Aguiar- promovió la no reelección de parlamentarios, lo que fue aprobado por un pueblo ignorante que no tiene la menor idea de para qué sirve el Congreso: la mayoría piensa que los parlamentarios son ministros que pueden construir colegios, hospitales, etc.
La consecuencia de la no reelección congresal fue, además de expectorar a políticos con experiencia, que los partidos lleven en sus listas a cuadros de tercer orden. Sobre esto también hay gran culpa de las agrupaciones que no hacen el filtro adecuado. Este antipremio se lo lleva Fuerza Popular por llenarse de traidores.
Si bien restituir la reelección parlamentaria puede ayudar a tener mejores políticos, el Congreso es, a fin de cuentas, el reflejo exacto del país. Y, como bien reza el postulado acuñado a George Orwell, “un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, es cómplice”.
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