Un futuro riesgoso
La sociedad peruana actual debe estar ranqueada dentro de las más disociadas del planeta. En rigor, no existe sociedad en este país. Lo que exhibimos es un conglomerado de gente de las más variadas especies, capas sociales, credos, etc.; pero sin el más mínimo sentido de unidad. Aunque sí con el más descarado ánimo para la pendencia con quienes nos rodean, y por la razón que fuere. Vivimos entre ghettos, aislados unos de otros, sin hacer el menor esfuerzo por siquiera intentar la afinidad. No existe un pueblo sino miles de pueblos; aunque absolutamente desunidos unos de otros. Somos, al final del día, una nación de parias a quienes apenas nos unifica una endeble historia. ¡No siempre compartida por todos!
Como indicamos al iniciar el comentario, hablamos de la sociedad peruana actual, fruto de una anterior cuya característica fue muy diferente a la contemporánea. Empezando porque la desunión no era su característica ni predominaba aquel atrevido ánimo de pendencia entre connacionales. Existía una cohabitación bastante más civilizada, y una aspiración hacia el progreso –y todo lo que viene asociado a éste– bastante más uniforme. Al menos las pretensiones no eran tan disparatadas como son ahora; en que el que menos no anhela, sino demanda hacerse multimillonario mañana mismo; o cuando menos en el menor tiempo posible.
Cierto que el mundo es otro y el avance de la civilización, junto con el estrafalario progreso de las comunicaciones –particularmente, el éxito de las redes sociales– ha creado un escenario planetario absoluto, desgarradoramente competitivo, que incita al hombre y a la mujer moderna a la búsqueda aceleradísima del progreso, sin aportar el contrapeso del esfuerzo y sacrificio que ello significó para nuestros padres, abuelos, bisabuelos, etc. Esto sumado al florecimiento de la droga desde mediados del siglo pasado y multiplicado por el valor estrambótico que ha aportado el desarrollo de la cibernética en este último medio siglo; además del progreso de la medicina que sigue prolongando la vida a toda la humanidad; aunado a la Inteligencia Artificial puesta al servicio del hombre este lustro, la especie humana viene desarrollándose, entonces, casi a extremos de su robotización.
De allí el extravagante cambio de rumbo de las sociedades, impulsadas por estos instrumentos de adelanto –al servicio desde el más humilde al más encumbrado de los humanos– y de allí también la explicación del exponencial factor de crecimiento del crimen en las ciudades; más la corrupción y el desdén entre las sociedades. Pero la sociedad peruana no sólo se caracteriza por un asombroso crecimiento de ambos defectos. Acá, además, prevalece el factor de la desunión, la pérdida de identidad y la falta de conciencia nacional entre peruanos. Lo que hace aún más difícil la convivencia. No solo eso; sino que acá hemos abierto la caja de Pandora del caos sociopolítico, dando paso al sálvese quien pueda. Lo que a cada momento hará más difícil la estabilidad futura de nuestro Estado. Las últimas elecciones son patentes de esta crítica realidad. ¡Y todo apunta a que los comicios del 2026 profundizarán este riesgo!
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