Un gesto por el país en Fiestas Patrias
El cambio de fecha para reemplazar a casi 10 ministros de Estado, incluyendo al premier Adrianzén (se dice que entre el 6 y 10 de agosto), requiere un gesto político previo que marque una hoja de ruta país, delineando el camino del que hasta hoy –según voces cercanas a Palacio de Gobierno– sería el Gabinete Quero.
Boluarte debe aprovechar el discurso de fiestas patrias para darle un quiebre total a su alicaída gestión. Al tradicional recital de cuentas públicas sectoriales debe añadir una convocatoria al diálogo que reúna a todas las fuerzas políticas que pretenden liderar y gobernar el Perú en la próxima elección. Hablamos de un diálogo sincero y constructivo entre cerca de 40 líderes de partidos políticos (30 ya inscritos y 11 en proceso).
La sugerencia me la dio hace algunas semanas una brillante analista política, con quien comparto muchas horas de discusión en la materia. El objetivo no debe ser otro que definir una agenda país para los próximos 25-30 años. El diálogo de ideas y propuestas debe ser transmitido, además, por televisión nacional y en redes sociales. Y los encuentros deben darse en todas las regiones del país, teniendo como público a sectores sociales y productivos, en especial a los que fueron excluidos por décadas.
No deben participar en este diálogo nacional autoridades en funciones, porque distorsionarían el proceso de proyectar futuro, salvo que hayan renunciado a sus cargos y decidan entrar sin ventajas en la arena preelectoral.
Tampoco debe darse en el marco del Acuerdo Nacional, que tras 22 años de existencia fracasó en su intento por definir y concertar una agenda país. El reto es aterrizar el diálogo en acuerdos políticos mínimos para la gestión pública, gane quien gane. El diálogo debe ser total e inclusivo.
Me encantaría ver ya en un mismo escenario a Keiko Fujimori, Rafael Belaunde, Phillip Butters, Carlos Álvarez, Antauro Humala, Verónika Mendoza, César Acuña, Rafael López Aliaga, Guido Bellido, entre otros, dos años antes, construyendo una agenda que no descalifique al otro, sino que lo reconozca. Una agenda que no sea de campaña, sino de gobernabilidad.
Un gesto de esta magnitud tendría trascendencia nacional, y sin duda le daría a la presidenta Boluarte un aire para sobrevivir hasta el 2026. Convertiría su gobierno en lo que siempre debió ser: una transición para definir el verdadero rumbo que queremos trazar los peruanos a futuro, pensando en las nuevas generaciones y en una convivencia social con paz, democracia, libertad y prosperidad.
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