Un lúgubre aniversario patrio
Hoy hubiese sido el inicio del último año de gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, liberal y tecnócrata que llegó al gobierno aupado por el centro ideológico peruano -con ayuda escondida de la izquierda corrompida-, dispuesto a cualquier cosa con tal de culminar con honores su extensa carrera política, exhibida durante los gobiernos de Fernando Belaunde Terry y Alejando Toledo. La cosa fue que Kuczynski calculó mal. Pensó que lo conseguiría aliándose incondicionalmente con la escoria progre-marxista y la claque caviar del socialismo rosita. No sólo fracasaría él, sino que hundió al Perú con tamaña estupidez. Porque aparte de haber infestado nuevamente al país de rojos incapaces y corruptos –lo que nos costará sangre, sudor y lágrimas superarlo- encima nos ha endosado a este flete llamado Martín Vizcarra, convertido en el sepulturero oficial de este tan atribulado país. Y a un año de conmemorar –¡no celebrar!- el bicentenario de nuestra Independencia en condiciones verdaderamente patéticas, hasta cataclísmicas, hoy además tendremos que escuchar una vez más al sepulturero Vizcarra echándose alguna de sus clásicas monsergas desinformativas cargadas de falacias y autobombo. Si hasta aquí el panorama ya es verdaderamente de horror, imaginemos lo que podría ocurrir si -el asimismo golpista- Vizcarra encontrase alguna argucia para prolongar su mandato, alegando otro de sus disparates para alargar la estadía en el poder en busca de relegar el juicio popular que le aguarda por su imperdonable desgobierno del Perú.
Insistimos en esta tragedia porque la ciudadanía necesita despertar de su letargo para encarar sin tapujos, hipocresías ni subterfugios la crítica situación nacional. La quiebra del país ha ocurrido siempre porque la sociedad soslayaba los indicadores delante de sus ojos, alertando que se venía un tsunami devastador. ¿Resultado? En los sesenta arrancaron doce años de socialismo militar, plenos de confiscaciones a la propiedad privada: en la agricultura, industria, minería, pesquería, etc. Además de la estatización sin pago de los medios de comunicación; el robo del ahorro privado, etc.; y un lustro de democracia de baja intensidad, porque el entonces presidente Belaunde retornaría al poder bajo la sombra de la bota militar. A ello sumémosle las taras calamitosas del primer gobierno aprista, que quebraron al país. Pese a todo la población permanecería mirando hacia atrás. El desenlace fue devastador y sanguinario, porque caímos en la pobreza generalizada y el surgimiento y la consolidación del terrorismo que asesinó al menos a 35,000 compatriotas.
Para salir del holocausto el Perú elegiría en 1990 a un presidente que se convirtió en autócrata –como hoy ocurre con Vizcarra- desatándose desde entonces un macartismo que no cesa, obcecado por dividir a los peruanos entre buenos –los rojos- y malos -los apristas y fujimoristas. Después vendría Toledo que lo corrompería todo; Alan García que se reivindicaría gobernando exitosamente; Humala desandaría todo lo avanzado; y finalmente Kuczynski y Vizcarra, que en cuatro años arruinaría temerariamente al Perú.
Conclusión: el peruano no sabe escoger bien. Aspiremos a que este 28 de julio sirva para que el país recapacite y se prepare a votar inteligentemente en los comicios del 2021.