ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

¿Un milagro en octubre?

Imagen
Fecha Publicación: 31/08/2022 - 23:00
Escucha esta nota

Conversando con un recorrido político, convinimos en que la actual coyuntura del Perú es absolutamente esquizofrénica y que, aplicando la lógica, el sentido común, la ley y la Constitución, la crisis sociopolítica-económica es irresoluble.

El país está conmocionado por una sucesión de eventos que han impactado, severamente, en el colectivo ciudadano. No es asunto cualquiera el que motiva esta generalizada turbación social. Hablamos de una sucesión de eventos que, acumulados -a lo largo de década y media-, se han convertido en un complejo rompecabezas. El escándalo por corrupción destapado a finales de una década de gobierno de Alberto Fujimori (convertido luego en fujimontesinista), acabaría con su renuncia por fax y el desmoronamiento absoluto del aparato político que gobernara el Perú entre 1990 y 2000. Posteriormente, Alejandro Toledo acabó electo presidente, enarbolando como consigna la bandera “anticorrupción”. Sin embargo, terminó embarrado en un monumental escándalo de megacorrupción que largamente superaría al escándalo Fujimori.

Luego vendría Ollanta Humala quien, junto a su esposa Nadine, prometieron un “cambio radical” respecto a la transparencia y la moralidad de quien ejercería la presidencia de la nación. Un lustro después, lamentablemente los peruanos conocieron que la citada pareja acabó siendo tanto o más corrupta que la dupla Toledo/Eliane Karp. Después, resultó elegido presidente Alan García, quien multiplicó el crecimiento macro y microeconómico, redujo la pobreza a menos de la mitad, y colocó al Perú en la cúspide del desarrollo que, históricamente, había registrado en los 191 años de vida republicana. Los cargos que se le formularon por corrupción jamás fueron corroborados. Le sucedió Pedro Pablo Kuczynski, terrible decepción tratándose de un profesional de altas calidades; pero no supo diferenciar el rol empresarial con su función como político y, después, como jefe de Estado, enredándose en unas puertas giratorias que le condujeron a la Fiscalía, al Juzgado, la cárcel y, posteriormente a la libertad provisional, mientras se define su proceso. Luego vino el miserable Vizcarra, dejando un legado de 230,0000 peruanos muertos al negarse a adquirir pruebas moleculares, camas UCI, plantas de oxigenación, vacunas, etc. Pero él se hizo vacunar tres veces. Vizcarra arrastraba denuncias por corrupto de su gestión como gobernador moqueguano; y, además, acumuló denuncias por corrupto ejerciendo la presidencia del país. Le sucedió Sagasti, quien transó con Castillo bajar los requisitos legales para contratar al Secretario General de Palacio, abriéndole las puertas para que conforme su organización criminal. A todo esto, Keiko Fujimori fue perseguida –sin haber ejercido función de gobierno- acusada hasta hoy sin éxito, igualmente por corrupción.

Vale decir, los peruanos hemos vivido dos décadas gobernados por un quinqué de presidentes imputados, aunque no procesados por corruptos. ¿Razón? Los fiscales Pérez y Vela han sido incapaces de formalizar una debida acusación. Esta tara ha desarrollado una piel de elefante en el peruano, quien ya no cree en nada ni nadie. De este agnosticismo se vale el comunismo para aferrarse al poder, pasando como otro más de la cadena. Consecuentemente, nada podría gatillar la vacancia/remoción/acusación constitucional, etc., de Castillo. ¡Excepto que en octubre ocurra algún milagro!

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.