Un niño judío
Hace dos milenios, en Belén, un pequeño pueblo de Judea, nació un niño judío que en su adultez se convertiría en predicador y sería crucificado por los romanos cerca de la ciudad judía de Jerusalén.
Poco antes de su martirio, Jesús expulsó a los mercaderes del Segundo Templo judío, inspirado en el Primer Templo que había construido mil años antes el rey judío Salomón, hijo de David, en Jerusalén.
Hoy día, un pequeño número de judíos ocupa un retazo de desierto, al que han convertido en un país próspero y democrático, el único con esas características en la región, país que fue habitado desde tiempos inmemoriales por sus ancestros.
No obstante, los antisemitas del mundo entero quieren expulsarlos de ese pedazo de tierra y, muchos de ellos, pretenden exterminarlos completamente, como lo intentó Adolfo Hitler, para convertir ese inhóspito territorio en lo que fue por varios siglos antes de 1948, bajo el dominio otomano, un lugar pobre y abandonado.
O algo peor, un país gobernado por criminales corruptos y sanguinarios, como los que hasta hace poco mandaban en Gaza.
El antisemitismo –o judeofobia- ha reaparecido furiosamente en todo el mundo, cuando se le creía casi extinguido después de conocidos los horrores perpetrados por los nazis, en complicidad con aliados y enemigos, en la II Guerra Mundial.
No solo las hordas musulmanas que han invadido Europa, sino los progresistas norteamericanos, europeos y de todas partes, han mostrado el espantoso rostro de la judeofobia, disfrazada de solidaridad con los terroristas de Hamás, o con cualquier otro ropaje.
Ahora, por ejemplo, hacen campañas demandando a Israel el cese del fuego pero, por supuesto, no exigen a los terroristas de Hamás, que perpetraron el horrendo pogromo del 7 de octubre, que liberen a los rehenes que capturaron o que depongan las armas.
Desde sus orígenes, el pequeño Estado de Israel ha vivido asediado por vecinos rapaces que han intentado aniquilarlo. Países árabes y musulmanes, y recientemente occidentales, han financiado con miles de millones de dólares a terroristas de diversas denominaciones para que ataquen y asesinen judíos, usando a los palestinos como carne de cañón, sin preocuparse nunca por su progreso y bienestar.
Hoy día, Egipto construye una tercera barrera en su frontera con Gaza para asegurarse que sus hermanos palestinos no entren a su territorio. En 1970 el rey de Jordania masacró a sus hermanos palestinos, asesinando a miles de ellos y expulsando al resto. Nadie los quiere porque están impregnados de odio y violencia.
Vivimos en el año 2023 de la era cristiana. Es decir, datamos nuestra historia empezando en la fecha en la que un niño judío nació en el pueblo judío de Belén.
Somos parte de la civilización occidental y judeo cristiana, aunque un puñado de progresistas trate de destruirla, para reemplazarla con cualquier variante de dictadura socialista, izquierdismo woke o barbarie islámica.
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