Un nuevo despertar y mucho por hacer

Jesús nos mostró la resurrección para darnos la esperanza. Nuestro país tiene que retomar la senda correcta. Un nuevo despertar solo será posible si cumplimos bien el examen de conciencia: ¿Qué experimentamos al instante de casi habernos convertido en una dictadura? Sufrimos la agonía social y ahora el camino ha cambiado. Debemos aceptarlo tomando la iniciativa para que no nos vuelva a suceder.

El parteaguas fue el rechazo del Congreso a la admisión de la moción de vacancia contra Boluarte. Eso representó una clara decisión de respaldarla hasta el año 2026 y un gran fracaso para la plataforma de subversivos y confabuladores que intentaron sacarla, adelantar las elecciones, disolver el Congreso e imponer una Constituyente. Fue un hecho previsto a favor de Boluarte que terminó fortaleciéndola frente a sus enemigos que se quedaron con los crespos hechos.

Si queremos que el Perú despierte bien, entonces, necesitamos que Dina también lo haga. Eso consiste en que su gobierno deje atrás los primeros 100 días aletargados ante las protestas y la situación de emergencia. A partir de hora, la presidente tiene mucho por hacer: modernizar el Estado, impulsar reformas significativas y actuar con iniciativa para que su gobierno funcione al servicio del ciudadano de forma cercana y sin corrupción.

Boluarte no debe perder de vista que la Constitución le permite asumir sus roles y gracias a ésta el Ejecutivo tiene las facultades legislativas otorgadas por el Congreso hasta mayo. Lo primero es desplegar todos sus esfuerzos para aliviar los daños climáticos y prever las obras necesarias para el Niño 2023-2024. Toda crítica contra la Autoridad de Reconstrucción con Cambios puede ser resuelta más adelante, ahora deberá atender la prioridad.

Segundo, impulsar el crecimiento y empleo retomando el Plan Nacional de Competitividad y Productividad a fin de reactivar la economía a largo plazo con infraestructura moderna. Asimismo, debe seguir las recomendaciones del FMI en su último reporte para el Perú, estableciendo las reformas inmediatas para evitar los riesgos inflacionarios externos por la Guerra Rusia-Ucrania y la desaceleración mundial. Ello implica abordar la reforma del sistema de pensiones y dejar de lado la actitud autosuficiente por el Plan con Punche.

Tercero, exhortar al Congreso a rescatar su institucionalidad mediante la expulsión de toda la mugre sinvergüenza que aún permanece con curul y el impulso de las reformas drásticas de los sistemas electoral y democrático para corregir sus vicios. En materia electoral, el Congreso debería debatir los planteamientos que garanticen la voluntad popular y eviten el fraude legal en mesa de sufragio. Por ejemplo, el planteamiento de modificar la Ley Orgánica de Elecciones para mejorar la transparencia conservando las cédulas escrutadas por 90 días. Otro aspecto a revisar es la reforma del Jurado Nacional de Elecciones para que el representante de la Corte Suprema sea elegido de los magistrados jubilados y no restar capacidad al Poder Judicial de vocales en actividad.

Por el lado del sistema democrático, la reforma de los partidos políticos resulta ser impostergable para acabar con la corrupción del partido vientre de alquiler que funciona como negocio privado. El real propósito de los partidos políticos consiste en articular y aglutinar los intereses de la sociedad y eso es imposible con la actual polarización de más de 30 partidos. Más vale poco y bueno, que mucho y malo. Eso quedó demostrado con los movimientos regionales que sólo han servido para dividir al país. Los partidos no cuentan con mecanismos control jerarquizados para designar candidatos a gobernador regional y el Congreso ni si quiera puede fiscalizarlos.

La presidenta Boluarte debe despertar de inmediato y entender que todo consiste en contar con un Estado que funcione bien y eso es una responsabilidad compartida entre el Ejecutivo y el Congreso.

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