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Un país agónico

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Fecha Publicación: 01/10/2021 - 22:20
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El Perú se ha convertido en un país agónico, confundido, humillado, sin rumbo ni destino, que atraviesa sus horas más oscuras en circunstancias que la crisis económica, sanitaria y de seguridad aletea en nuestros hogares.

En ese contexto, dos hechos agravan la crisis, en la medida que son los grandes objetivos políticos del partido de Gobierno.

El primero, presionar para una Asamblea Constituyente, a pesar de que sus promotores conocen que el único mecanismo para una reforma total o parcial de la carta fundamental es a través del Congreso. En un caso, necesitarían 66 votos a favor y luego aprobación por referéndum. O 87 votos en dos legislaturas ordinarias, sin referéndum.

No hay otro camino, como han dicho reiteradamente todos los juristas expertos en la materia.

Quienes recolectan firmas para una constituyente pueden presentar setenta mil, un millón o diez millones de adherentes y esos planillones serán derivados al Congreso para que apruebe o desestime la iniciativa.

¿Por qué, entonces, los activistas del lápiz insisten en un tema que solo genera confrontación y desestabiliza al país? Lo hacen porque creen que a través de la presión pueden lograr su ilegal propósito para sepultar la economía social de mercado y abrir las puertas a la reelección presidencial, siguiendo el sórdido libreto de los regímenes totalitarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua, gobernados por el mismo partido desde hace 62 años, 29 años y 32 años respectivamente.

Un segundo tema que obsesiona a Perú Libre es apoderarse de nuestro servicio exterior para seguir las directivas del Foro de São Paulo, de Cuba y Venezuela. Así podrán disolver el Grupo de Lima y retirar la firma del Perú de la denuncia que presentamos con otros cinco países para que la Corte Penal Internacional procese a Maduro y sus secuaces por crímenes de lesa humanidad, es decir, por asesinatos, torturas, encarcelamiento de opositores y por la miseria en que han sumido a su población, provocando un éxodo de siete millones de seres humanos.

Necesitan capturar la Cancillería, asimismo, para que retornemos a la Unasur, organización de la que nos retiramos con otras siete naciones porque se convirtió en una institución manipulada por el bloque chavista. Pretenden, de otro lado, potenciar ese elefante rojo llamado Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con el propósito de minimizar o sepultar a la OEA. También aspiran incorporarnos al Acuerdo de Escazú para que las ONG de izquierda bloqueen las inversiones mineras. O, más aún, para que cuadros políticos de Perú Libre ocupen embajadas, agregadurías culturales y asesorías en nuestra extensa red diplomática del exterior.

En otras palabras, Perú Libre lucha para que nuestra cancillería se someta a la dictadura genocida y corrupta de Caracas.

Por esos graves riesgos para la nación debemos resistir con firmeza la arremetida política del régimen y una forma de arrostrarlo es censurar a un ministro de Trabajo incompetente y vinculado al terrorismo. No hacerlo por temor a ser disueltos es mostrar debilidad, es doblegar la cerviz para no perder el sueldo y traicionar a miles de compatriotas asesinados por el terrorismo.

Son horas de lucha, en suma, contra un grupo político vinculado a sectores extremistas, al cual solo podemos derrotar si los demócratas actúan unitariamente y sin vacilaciones.

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