Un país al garete
La serie de desatinos, por parte de la presidenta del Congreso, finalmente provocó lo que se veía venir: una grosera afrenta contra el Legislativo, el primer poder del Estado, lanzada nada menos que por quien ejerce la presidencia del Ejecutivo. Pedro Castillo arremetió contra el Parlamento dejando atrás la ramita de oliva que días antes le había alcanzado la señora Alva, rogándole convocar a esa inútil entelequia llamada consejo de Estado. La víspera, Castillo anunció a la presidenta del Legislativo que al siguiente día acudiría al recinto congresal. Sin pérdida de tiempo, la señora Alva le respondió que lo esperaba con los brazos abiertos. Pasó lo que sabemos. El partido de Castillo se acantonó en las afueras del Parlamento proveído de pancartas denigrantes contra el primer poder del Estado, aplaudiendo a un Castillo que hizo su ingreso con paso de conquistador napoleónico, decidido a encarar a la dueña de casa con una demanda: “devuélvanle la presidencia de la comisión de Educación a mi partido porque soy un profesor de primaria”. Sin dudar, la señora Alva asintió corriendo traslado del reclamo a la Junta de Portavoces. Incumplió así su deber como cabeza del Legislativo. Porque estaba obligada a responderle a Castillo que, como jefe del Ejecutivo, debió conocer que la Constitución ordena, de manera imperativa, que en nuestra democracia prima el principio de la separación de poderes. Legislativo, Ejecutivo y Judicial son entidades autónomas. “¡En consecuencia –debió decir– señor Castillo su reclamo es impertinente; por tanto lo daré por no recibido”! Pero no ocurrió así. Primó el desconocimiento de la hermenéutica parlamentaria y, finalmente, se impuso la obsecuencia que acabaría dándole un triunfo barato al inquilino de palacio de gobierno. Tanto que por la noche, citó a palacio a Renovación Popular “para conversar”. Clásica tomadura de pelo zurda, tras infligirle un nuevo golpe bajo a célebre punching ball conocido como Parlamento Nacional. Se le dijo, se le insinuó, se le advirtió a la cabeza del Congreso, que quienes con niños se acuestan mojados amanecen. No obstante, al final del día se impuso ese buenismo tóxico que mina el principio de autoridad.
Mientras el gobierno distrae temerariamente al país con estos fuegos artificiales, Juan Pueblo ya siente el agua al cuello abrumado por el incesante alza del costo de vida, y se aterra por los intimidantes anuncios del oficialismo sobre control de precios (base del encarecimiento que acarrea la escasez generalizada) junto al aviso de una tercera ola Covid. ¡La situación es caótica! No sólo para la mesocracia. ¡Principalmente, para las grandes mayorías! Sin embargo, cuadrapléjico por la incapacidad de los ministros y funcionarios públicos designados por Castillo y su imputado premier –sujetos ideologizados, sin preparación en el manejo estatal pero diestros en destruir el sistema desde adentro, basados en su resentimiento social y complejo de inferioridad–, este gobierno engañoso no hará nada por eliminar su programa comunista suprimiendo la constituyente. Vale decir, continuará multiplicándose la devaluación que encarece todo y afianza la escasez general que ya empezó.
La vacancia presidencial se hace diariamente más imperativa.
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