Un país cruelmente encanallado
Esta rabia nacional que produjo el desembalse de corrupción llamado caso Lava Jato -o affaire Odebrecht- es la madre de la mega tragedia electoral que estamos viviendo. Arrancó un lustro atrás, tras el destape involucrando a cuatro presidentes de la República, ene ministros de Estado, sendos empresarios de la construcción y muchos alcanzarrejones de la podredumbre que deben pagar sus culpas ante la Justicia. Al comienzo el desconcierto fue tal que el tamaño del escándalo no cabía en la mente de las personas. Poco a poco fue develándose su magnitud, y todo el país entendió lo que había ocurrido. Se trató de un asalto a manos llenas, liderado nada menos que por cuatro mandatarios. Hablamos de Toledo, Humala, Kuczynski y Vizcarra. Todos coludidos con la constructora brasileña y con sus consorciadas locales. Particularmente Graña y Montero, enlazada accionarialmente al diario El Comercio. La idea fue lucrar, vía adendas de los contratos de concesión, inflando presupuestos de las grandes obras públicas de infraestructura y repartir multimillonarias comisiones. En rigor coimas que el Estado se encargaría de asegurarles a través del sobrecosto que recibirían aquellas concesionarias/constructoras especializadas en sobornar a autoridades para ganar licitaciones. Esta mafia de miserables acabó robándole casi U$30,000 millones al Perú, dinero que debió destinarse a hospitales, escuelas, comisarías y, en general, a la infinidad de carencias que adolece el Estado peruano. Al comienzo el pueblo no dimensionaba el calibre del atraco al Erario nacional. Pero conforme pasaban los días y la prensa independiente informaba -y a la vez que explicaba lo acontecido- la sociedad tomó conciencia del perjuicio que significaría aquello para su futuro. Entonces surgió la indignación, el malestar y, finalmente, esta explosión de ira que ha quedado reflejada en la votación, en primera vuelta, tras los comicios del 11/4. Tardará décadas -si algún día esto sucede- en diluirse semejante enojo nacional contra los poderosos.
Hoy tenemos una masa de pobres duplicada respecto a aquella que exhibimos una década atrás. Gran parte de la culpa se debe a: 1) Los disparates de Humala, al liquidar miles de millones de soles en inútil burocracia socialista y en programas sociales asistencialistas que nunca redujeron sino, a fin de cuentas, multiplicaron la miseria nacional; 2) la trapacería de Kuczynski ejecutando obras faraónicas proyectadas por el socialismo humalista -la innecesaria refinería Talara que va costando US$6,000’000,000 las retrata- sumado a que PPK consolidó esa burocracia socialista impuesta por Humala; 3) la incapacidad, como gobernante, de Kuczynski para negociar un pacto con la oposición para ejecutar buenos planes que desarrollasen la nación, y a la vez para evitar, dada la madurez de sus años, esa pendencia política que desembocó en su desafuero; y 4) la ineptitud y rufianería de Vizcarra/Sagasti, par de temerarios al gestionar el Estado, tanto que en tres años jamás lograron proyectar una obra útil, sumado a que administraron la pandemia de manera infame, y todo dice que fue precisamente adrede. Estas son razones más que suficientes para haber disparado la miseria socioeconómica y política que hoy corroe la estabilidad nacional.
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