Un plátano de 6 millones de dólares
Hace años, en un recital de poesía en una galería de arte de Lima y poco antes de mi presentación, la recorrí por unos momentos y en su sala de exposiciones me quedé desconcertado mirando una pared en la que el artista plástico programado había colocado esta inscripción: la sala de esta exposición está en tu propia mente; haz de tu vida la obra. Ni un óleo, ni una acuarela, nada más que esa sentencia (que bien podría ser un verso.) No recuerdo el nombre del artista, pero esa frase sí, que, sin duda hermosa y reveladora. Lo fue, al menos para mí, que la evoco desde entonces con nostalgia y admiración.
Me he referido a este recuerdo de mi juventud al leer que el llamado “artista conceptual” italiano, Mauricio Cattelan, ha vendido en una subasta de la casa Sotheby’s una obra suya que es, aunque parezca increíble, un plátano pegado en una pared con una cinta adhesiva plateada, que ha sido adquirida por el empresario Justin Sun, fundador de la plataforma de criptomonedas Tron, por 6 millones de dólares. Siete compradores o sus representantes compitieron por adquirir la pieza titulada “Comediant”. Se le entregó al comprador un certificado de autenticidad y una instrucción escrita para renovar cada semana el plátano de los seis millones de dólares. El comprador chino-estadounidense ha declarado: “Esto no es sólo arte. Representa un fenómeno cultural que crea puentes entre los mundos del arte, los memes y la comunidad de criptomonedas”. Y ha añadido: “En los próximos días voy a comerme el plátano como parte de esa experiencia artística única, honrando así su lugar en la historia del arte y la cultura popular”. Luego, por cierto, comprará otro plátano en el mercado de su barrio y recuperará su obra.
Llamar “arte” a un plátano pegado en la pared, es una mayúscula estupidez y elucubrar de que se trata de un “fenómeno cultural que crea puentes…” lo es también, ya que el único puente apropiado para una cáscara de plátano es el tacho de basura. Pero hay algo más, creo. Se trata de la banalidad sin límites que impera en nuestro tiempo, uno de los signos que el erudito e iconoclasta Marco Aurelio Denegri señalaba como evidencia de la involución humana. Efectivamente y como lo leí: la sala de esta exposición está en nuestra propia mente; hemos hecho de nuestra vida la obra.
Jorge.alania@gmail.com
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