«Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios.»
Estamos en el Domingo IV del Tiempo Ordinario. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios en este día? La Primera Palabra, tomada del Deuteronomio, nos dice que Moisés habló al pueblo y le dijo: Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios.
El Señor me respondió: “Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande”. Dios, hermanos, suscita profetas en la Iglesia para salvar al pueblo, para que experimentemos la salvación. Quien escuche a este profeta vivirá, es decir, experimentará el poder de Dios. Hermanos, aprovechemos que Dios ha suscitado el profetismo en la Iglesia para dar sentido a nuestras vidas y ofrecernos la salvación.
El Salmo 94 nos invita a no endurecer nuestros corazones y a escuchar la voz del Señor. A lo largo de nuestra historia, a veces no hemos respondido a la llamada de Dios, cayendo en la incredulidad y el amor al dinero. Por eso, Dios nos da señales de que está con nosotros. Ánimo, porque el Señor quiere regalarnos mucho más y dar sentido a nuestras vidas para que seamos felices.
La segunda palabra, tomada de la Carta a los Corintios, hace referencia a la diferencia entre el soltero y el casado. El soltero se ocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor.
La soltera también se ocupa de estos asuntos, pero la casada se preocupa de los asuntos del mundo para agradar a su marido. Por eso es tan importante el celibato con dedicación plena a la comunidad. Realmente, solo Dios basta. Quien tiene a Dios, nada le falta. Aquí está el sentido de la dedicación plena a su Iglesia.
El Evangelio de San Marcos relata cómo Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún en día de sábado y enseñaron en la sinagoga. “Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”. Hermanos, la misión de la Iglesia es expulsar los demonios que nos amenazan y nos mantienen esclavizados. Buscamos la vida en el dinero, el afecto y lo inmediato, pero experimentamos la muerte. La Iglesia, al igual que Jesús, tiene la autoridad para expulsar los espíritus inmundos y ofrecernos la verdadera vida. Invoquemos a Jesús, quien tiene poder sobre aquello que nos destruye, y experimentaremos la vida eterna.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio.
Obispo E. del Callao
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