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Un triste año bicentenario

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Fecha Publicación: 05/11/2020 - 22:00
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Preparémonos para lo peor como resultado de los comicios 2021. Las precandidaturas que vemos hasta hoy distan mucho del perfil de postulantes a la primera magistratura que demanda una nación de por sí tan complicada como el Perú actual. Si bien aún se ignoran las listas de quienes aspirarán a alguna curul en el Parlamento Nacional, es evidente que necesitamos ser muy escépticos en cuanto al nivel personal, profesional y experiencia de los concursantes. Tanto en el conocimiento y control estatal, como en la hermenéutica parlamentaria. En particular, en lo que atañe al acervo de las normas legales -aplicado a la función congresal- para ejercer una gestión eficaz, tanto en lo que compete a propiciar buenas iniciativas como a su trámite, debate y aprobación. Es decir, a escasos cinco meses de los comicios no existe base para aventurarle un poco de ilusión a estas elecciones. No obstante, la democracia exige que aceptemos este reto, vayamos a las urnas y hagamos nuestro mejor esfuerzo al tiempo de endosarle nuestro consentimiento a quien vaya a ejercer la presidencia del Perú, como a quienes pretendan ejercer de legisladores. Será sólo un rito –acaso un ejercicio de conciencia- cumplir con aquel mandato constitucional. Con mucho más razón, dadas las precarias condiciones en que van a desarrollarse estas elecciones, Con una nación socialmente crispada, políticamente polarizada con un desempleo de vértigo, además de una crisis económica de órdago. Y por si todo ello fuera insuficiente, debemos agregarle que la presidencia del país la detenta un individuo que ha perdido totalmente el respeto de la ciudadanía. Un sujeto que, además, fácilmente podría interferir en el proceso electoral para manipularlo a favor de alguna -o más de una- candidatura, y luego utilizaría como salvavidas desde el 29 de julio 2021.

Apostilla. No habrá festejos en julio del año entrante a pesar a conmemorarse nuestro bicentenario como República. Una suerte de castigo divino oscurece el año que debió constituirse en un hito para nuestra todavía juvenil historia como nación independiente. Cumpliremos dos siglos de vida republicacana. Y pese a ello, todavía no aprendemos a vivir como país viable. Con pobladores satisfechos de sus logros sociales, familiares, económicos y éticos, como ofrecen las sociedades acostumbradas a respetarse. Más aún, a hacerse respetar. Culpable de esta frustración y castigo que ha aterrizdo sobre este entristecido país es Martín Vizcarra Cornejo. Un individuo que sin autoridad ética, sin respetar las políticas de Estado y sin velar por los 32 millones de compatriotas, se ha obstinado en que primen sus intereses atornillándose a palacio de gobierno. Ahí adonde se le pilló trapicheando para obstruir la Justicia. Desde ese instante surgieron toda clase de denuncias por corrupción, que lo enlodan incapacitándolo para ejercer la presidencia. Sin embargo, abusando de la medianía de clase comunidad política -y en connivencia con la prensa sumisa, farisea, corrupta, traidora a su misión periodística- se aferraa a la presidencia a costa de dinamitar la democracia y el Estado de Derecho, arruinándole así la calidad de vida a los peruanos. ¡Vacancia o Renuncia!