Un viaje a la China
El delirio por viajar a cualquier precio domina sin control a nuestros gobernantes, perdiendo noción de la realidad y de la sobriedad de Estado para evaluar objetivamente su conveniencia. Esa es la tragedia del Perú, observando la actuación de nuestros políticos, sin que tengan claridad por nuestro destino como lo recordaba el agudo Manuel González Prada a nuestros gobernantes luego de la guerra con Chile (1879-1883), absolutamente despreocupados del país que yacía arruinado, y sumergidos en su mundo superficial, frívolo e indiferente, a los que el eminente Jorge Basadre llamó miembros de la República Aristocrática.
Todo lo anterior nos pasa porque la actual política exterior sigue sin visión orgánica ni prospectiva de Estado, olvidando como la concibió el eminente excanciller Carlos García Bedoya, al sostenerla “la proyección externa de los intereses internos del país”. Así, prueba de ello, ha sido el impropio anuncio del viaje a China de la presidenta, Dina Boluarte, pues no fue comunicado por el ministro de Relaciones Exteriores, Javier González-Olaechea, que no se ha inmutado ni mucho menos ha mostrado vena ni reflejos para corregirlo y/o ponerle coto, sin valorar que para Torre Tagle, siempre solemne, formal y tradicional, pero sobre todo profesional, es sencillamente una ofensa a sus prácticas innegociables del rigor diplomático y de las acciones y gestos del protocolo de Estado que tanto preocupó al eximio internacionalista y excanciller Alberto Ulloa Sotomayor, primer director de la Academia Diplomática del Perú (1955), y a su adjunto en la ADP, el embajador Gonzalo Fernández Puyó, mi maestro.
Pero al señor González-Olaechea, no le importa o no conoce nada de lo aquí referido. Con tal de conservar el fajín ministerial ha permitido las practicas empíricas como el mentado anuncio por otro ministro, y antes, el errado e impropio retroceso abandonando la reciprocidad decidida para con México, por el asunto de las visas, y que tan solo 24 horas antes había confesado establecerla luego de haber sido meditada con detenimiento, o de su malísima propuesta de aumentar a 3 los votos para la aprobación del derecho de veto en el Consejo de Seguridad, dejando mal parada a nuestra diplomacia, convertida por su irresponsable deseo de llamar la atención internacional, en hazmerreír en la ONU.
En persistencia de sus yerros que en esta columna no podría mencionar, ha viajado a China hace pocos días para volver con la “extraordinaria” noticia que China invita a la mandataria a Beijing. No se da cuenta ni de lo que dice pues las invitaciones de Estado se envían, se remiten, NUNCA se traen en la mano, solo confirmando que fue a buscarla, a pedirla estirando la mano, desnudando la ausencia de vergüenza diplomática y de dignidad de Estado.
Pero, además, ¿para qué ir a China en viaje de Estado, si en tan solo 4 meses más, vendrá al Perú en esa misma condición el presidente Xi Jinping, para inaugurar el mega puerto de Chancay, y también como líder de una de las 21 economías de APEC? ¿Es creíble y racional viajar hasta el otro lado del mundo para ofrecer carne y hablar de inteligencia artificial, como también dijo? Las visitas de Estado se preparan con mucha anticipación, y luego exigen de un tiempo relevante para asimilar su provecho y planear estrategias por sus resultados.
Más bien deberían concentrarse en sanear los problemas legales que siguen brotando como pus del malísimo acuerdo con Cosco Shipping sobre la exclusividad, y planear las exigencias para transmitir a China, a la luz de los beneficios que obtendrá, como requerir su tecnología y su ciencia y experiencia para convertirnos en una nación industrializada, y eso no se dice ni se hace en China sino en el territorio del Perú. Mientras ha sido penoso que algunos líderes de opinión, que criticaron el viaje, ahora lo respaldan, perdiendo total credibilidad, nos queda la esperanza que el Congreso no apruebe un auténtico viaje a la China. Veremos.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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