Un viaje a la historia

Quisieron que el paseo los llevara a un destino con historia, paisajes, aventura y convirtiera para ellos, Yover Sánchez Cubas, su esposa Sarita Pérez Cubas y sus hijos, Dylan y Emma, 6 y 4 años, las Fiestas Patrias en especiales e inolvidables.

De historia y paisajes saben. Son cajamarquinos. Habían escuchado que cercanos a Lima están las chulpas y torreones de Rupac a los que es fácil llegar usando una angosta carretera de sustos, dando buena e incomparable caminata por las montañas viendo los amaneceres con su famoso colchón de nubes y los atardeceres rojos. De yapa, tiene una cascada cantarina. Menú casi completo para un grandioso espectáculo que justificó el paseo. Fueron. Acertaron. Regresaron felices. Conocieron un lugar con historia, tuvieron aventura, trajeron recuerdos, anécdotas y fotos perfectas para acompañar la conversación. Yo me gané con la Crónica. Y aquí estamos.

Desde que tomaron la ruta tuvieron las cosas a su favor. El primer tambo fue Huaral. Almorzaron en El Fogón, famoso por su chancho al palo, cuyes, conejo y una imbatible carapulca. Sin prisa ni pausa dieron curso a los platos “bien servidos”, a la peruana, nada que pareciera un dibujito. Disfrutaron hasta dejar sólo cubiertos y una buena propina, la atención estuvo a la altura.

Breve descanso y tomaron la carretera a Cerro de Pasco; dos horas en el riesgoso camino de una sola vía hasta La Florida. Aquí el viajero encuentra hospedaje y se paga los 10 soles del boleto de ingreso a Rupac, importante complejo arqueológico a 145 kilómetros de Lima en el distrito de Atavillos, sierra de Huaral a 3,500 metros sobre el nivel del mar. Dieron mirada al entorno, pagaron sus boletos y están listos para salir rumbo a Pampas, pequeño poblado que tiene un aire fantasma, muchas de sus casas están vacías, sus habitantes las dejaron para buscar nuevos horizontes.

Ahora la vida la ponen quienes los fines de semana y días de fiesta las toman momentaneamente para ofrecer viandas, linternas, pilas, casacas a los viajeros que a pie y en caravanas de moteros llegan en busca de Rupac.

Llegando a Pampas tomaron agua de muña para evitar el soroche, una pequeña cena antes de salir. Con luz de luna, a las 8 de la noche, se pusieron en marcha siguiendo el antiguo camino que les recomendaron “tomarlo siempre siguiendo a la derecha”.

Aunque siguieron las instrucciones, se perdieron. No tuvieron otra que regresar a Pampas donde no llega la señal de teléfono. En la cantarina cascada que marca la mitad del camino estuvieron a las 11 , vuelta a caminar.

A las 2 llegaron al pie de Rupac, encontraron un campamento que tiene carpas, frazadas y alimento para los viajeros que si quieren hacer fotos están avisados de “levantarse con la fresca para que la brillante luz del sol no malogre las fotografías”.

Nuestros buenos amigos, siguiendo instrucciones a las 5, con el sol que nacía, estaban arriba en Rupac. Recorrieron el importante complejo arqueológico construido durante el reino de los Atavillos, que tuvo vigencia entre el 900 y el 1400 dc.

Conocieron las “cullpis”, casas adoratorios que alcanzan hasta 10 metros de altura. Construidas empleando una técnica que en su artículo del que recojo información, el ingeniero Enrique Pareja Ferreyros, leonciopradino, califica de “única en el mundo”, lo que justifica llamen a Rupac el Machu Picchu limeño. Las cullpis, tienen planta rectangular, paredes y techos en laja de piedra.

Gracias a su escogida ubicación tienen visión y control sobre todo el valle. Declarado Patrimonio de la Nación este tesoro histórico cultural de gran potencial turístico ha resistido en bastante buenas condiciones los embates de campesinos que han retirado material para sus construcciones y derribado parte de la muralla para dar paso al ganado. En Rupac, “ciudad del incendio”, por el color que toman las paredes con la luz de los atardeceres, puede usted encontrar un buen destino para disfrutar y conocer nuestro rico pasado como hicieron mis amigos Yover y Sarita, que tienen la cabina desde donde despacho las Crónicas.

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