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Una CIDH con renovados aires

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Fecha Publicación: 27/09/2025 - 23:00
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Rosa María Payá Acevedo, nacida en La Habana en enero de 1989, es una activista cubana por los derechos humanos y la democracia. Es la hija de Oswaldo Payá, líder opositor del castrismo y fundador del Movimiento Cristiano Liberación, muerto en 2012 en circunstancias controvertidas. ¡Lo que Rosa María y organismos internacionales consideran un asesinato político!
Su formación universitaria surge en la Universidad de La Habana, continúa en la Universidad Columbia, EE. UU. —donde obtiene maestría en Administración Pública— y acaba en George University, con certificados en liderazgo global y constitucionalismo. Hoy conduce el movimiento Cuba Decide y la Fundación para la Democracia Panamericana, plataformas de incidencia en el Congreso norteamericano, Parlamento Europeo y organismos multilaterales. Hasta aquí pudiera tratarse de una ciudadana cubana más, que emigró a Estados Unidos y se especializó allá en las mejores universidades.
Pero aún exhibe muchos más pergaminos. En junio último, resultó electa miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), respaldada por Estados Unidos, superando las candidaturas de Perú, Brasil, Colombia, México, etc., no obstante las presiones en contra de Brasil, México y Chile. Hoy es figura clave en la lucha contra regímenes autoritarios latinoamericanos; particularmente contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. ¡Inclusive, pudiese llegar a la Corte IDH! Aunque, para ser elegida jueza de la Corte IDH, previamente tendría que ser nominada por un Estado que forme parte de esa convención, pues EE. UU. hoy no lo es, al no haber ratificado la Convención Americana. Como tampoco puede nominar candidatos a la Corte IDH, limita sus opciones a comisiones como la CIDH.
Pero como comisionada, influye en la jurisprudencia interamericana y en la política migratoria regional, especialmente en contextos autoritarios como Cuba, Venezuela y Nicaragua, priorizando denuncias sobre violaciones sistemáticas de derechos humanos en regímenes autoritarios y/o utilizando los informes de la CIDH para generar sentencias simbólicas que sirvan de referencia para diferentes países; emitir fallos que fortalezcan estándares interamericanos; influir en la política migratoria regional, etc.
La estrategia de Washington —al haber incorporado en la CIDH a una figura como Rosa María Payá— revela definitivamente que el Tío Sam ha decidido decirle basta al libertinaje y al abuso socialista que impera en ese organismo panamericano. A tales extremos, que ha desnaturalizado —lo comprobamos los peruanos— el concepto de “derechos humanos” en nuestra región, convirtiéndolo en arma arrojadiza para consolidar al tóxico socialismo panamericano.
Ahora, la CIDH es una amenaza tanto para la democracia como para los derechos de quienes no practican la prédica socialista fabricada por Cuba y Venezuela, para universalizar el hambre, el miedo y la corrupción como metodología para controlar criminalmente a las sociedades de esta parte del mundo, apelando a la tortura mental, al terror y, finalmente, a la muerte de quienes batallamos por vivir en paz e integridad.
Tarea compleja le aguarda a Payá. Pero en estos tiempos, cuando a cada hora resuenan tambores guerreros por quítame estas pajas, su nombramiento —basado en pergaminos que exhiben su sólida trayectoria democrática— ayudará a extinguir ese criterio adulterado basado en unos peligrosamente desnaturalizados derechos humanos.

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