Una ciudadanía abandonada, abusada
Seguimos cuesta abajo, impulsados por un manto de impunidad a prueba de todo. La gente consciente sabe lo que necesita este país para salir adelante de este letal manto de corrupción, de este turbio ambiente de desazón, de este doloroso espacio de miseria intelectual, de este mundo de atraso y desesperación. Solamente basta leer lo que está escrito en piedra desde hace mucho tiempo. ¡Lo conocen hasta las moscas! El problema es que nadie mueve un solo dedo por hacerlo. Y al decir nadie, hablamos de quienes tienen la autoridad —y el poder— suficiente como para hacerlo. En otras palabras, hablamos de quienes gobiernan este país. Vale decir, de quienes manejan los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Gente pagada por usted y yo para que hagan funcionar el Estado, poniéndolo al servicio de la sociedad. ¡No como ocurre ahora, que nuestro Estado solo está a las órdenes de aquellos burócratas a quienes, precisamente, usted y yo les pagamos jugosos sueldos para encargarse de hacerlo funcionar óptimamente, poniéndolo a órdenes de aquellos 33 millones de peruanos! ¿Cómo? Dispensando a cada ciudadano buenos servicios de sanidad, electricidad, acceso a la alimentación, óptimos espacios de salud y de educación, transporte público, vías de comunicación y, principalmente, ¡seguridad pública!
No obstante, los burócratas son los únicos ciudadanos que cuentan las 24 horas del día con todos esos servicios elementales ¡y muchos más! Como viajes pagados por el Estado, carros con chofer y escolta policial a su disposición las veinticuatro horas del día; personal de servicio a sus órdenes; policías provistos de motos policiales abriéndose paso; secretarias por doquier, pajes que les sirven desayuno, almuerzo, lonche y comida, y cuanto otro abuso y despilfarro pueda usted imaginar, amable lector. Ocurre con la presidenta de la República; los ministros, congresistas, jueces y fiscales, directores de ministerios, burócratas dorados de dependencias estatales, etc. Pero aún hay más. La Policía no resguarda a Juan Pueblo sino a las autoridades que hemos señalado. Por último, los fiscales y jueces tampoco imparten justicia al pueblo al que, más bien, maltratan en forma indigna. Al final del día, amable lector, quienes reciben todos estos beneficios —que corresponden a todos los ciudadanos— solo son aquellos burócratas que integran el hampa que nos gobierna.
¡Eso no puede ni debe seguir así! El Estado peruano fue creado para servir a todos. Lo precisa la Constitución. Lo que ocurre ahora es una atroz traición al ciudadano por parte de las autoridades de estos tres poderes del Estado. Coyuntura que no debemos permitir que siga. El único recurso con el que aún cuentan los ciudadanos para revertir esta tragedia son las elecciones. Claro, hablamos de unas elecciones limpias. ¡No como aquella traición del miserable Salas Arenas, expresidente del JNE y aún vocal de la Corte Suprema, a quien exigimos que la justicia —si existe en el Perú— lo condene ejemplarmente! Finalmente, la culpa es de quienes votaron por votar en los últimos cinco comicios. ¡Sin pensar en su futuro! ¡¡Téngalo presente, amable lector, para las elecciones del 2026!!
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