Una escritora religiosa
La reedición de Cuentos de Lastenia Larriva de Llona (Maquinaciones, 2019), cien años después de su primera publicación, auspiciada por el Ministerio de Cultura y bajo el sello editorial dirigido por José Donayre Hoefken, ha recibido una comprensible recepción en prensa, al considerarse a la autora como la primera mujer peruana en publicar un libro de cuentos, aunque haya un equívoco al catalogarlo como “narrativa fantástica”. Como el propio Donayre reconoce en el prólogo, son pocos los cuentos reunidos en el volumen que pertenecen a ese género literario (en estricto, de un conjunto de 14 relatos solo tres, “Cuento del sepulturero”, “Inexplicable” y “El niño Jesús de Teodoro”). Aun así, la dimensión de lo fantástico está subordinada a un discurso de índole religiosa, expresión de una moral conservadora, la de la narradora (que en este caso es la voz proyectada de la propia escritora). Un ejemplo notable de la primacía de la visión religiosa en los textos de Larriva es “Cuento que es historia”. En este, Gabriela, amiga de la narradora y devota católica como ella, le relata un milagro que involucra a su pequeña hija y a su padre, un librepensador contagiado con las ideas de la Ilustración y descreído de la religión que entra en una profunda depresión tras la muerte de su nieta. El “milagro”, como revelación a través de los sueños, es la conversión postrera del abuelo, final por lo demás predecible para el lector desde el inicio de la segunda mitad del relato. Sin embargo, lo más interesante y reivindicable de este cuento y otros incluidos en el volumen, son las descripciones de la Lima de fines del siglo diecinueve e inicios del veinte, así como la indudable pericia narrativa de la autora (aunque a veces abuse de lo que Umberto Eco calificaría como kitsch ). La literatura (al menos este libro) de Larriva se ubica en las antípodas de la narrativa reivindicativa y transgresora de Mercedes Cabello de Carbonera y Clorinda Matto de Turner, o aún más atrás, del derrotero feminista de Flora Tristán. Por el contrario, Cuentos reúne relatos con enseñanzas, con predicación católica. El paradigma de la mujer que se ofrece es el más conveniente a la institución del matrimonio en su versión más tradicional, ocupe el rol de madre, hija o esposa; de esta suerte, la fatalidad o la dicha de los personajes femeninos se relacionan con su obediencia o desacato de los preceptos morales católicos. En “Mañana de primavera” el final es una parábola feliz de la madre abnegada y la hija comprensiva; en “Misterio” la fidelidad a la familia ausente deviene en enajenación solo trascendida por la muerte reunificadora; en “Lo irreparable” la viuda lleva consigo el estigma de la infidelidad matrimonial… De todos modos, a pesar de las intenciones moralizantes de la autora, hay varios relatos que cautivan por su eficacia narrativa, en especial los ya citados “Cuento que es historia” y “El niño Jesús de Teodoro”, este último uno de los pocos cuentos fantásticos incluidos.