Una luchadora en la alcaldía
Contra todo pronóstico, la elección reciente de la flamante alcaldesa de Bogotá, la ciudad más importante de Colombia, significó el triunfo de la ruptura política del establishment conservador del vecino país del norte. Claudia López Hernández se impuso a una variopinta gama de contendores, que representaban las más diversas posiciones y opciones políticas de centro y de derecha. Ella fue candidata de la Coalición Claudia Alcaldesa, formada por su partido Alianza Verde y el izquierdista Polo Democrático Alternativo.
Por primera vez, en la historia electoral de Bogotá, llega al sillón municipal y por elección popular, una activa representante de la comunidad LGBTI, por lo cual su elección concitó la atención internacional. Se rompía una tradición ancestral, acostumbrada a elegir sólo a varones para el más importante cargo local del municipio bogotano. Los retos que la esperan son muchos y complejos, principalmente en los campos del transporte urbano, la seguridad ciudadana y la infraestructura de la ciudad.
Señalan los comentaristas que su presencia significará cerrar viejas heridas entre sectores de la población acostumbrada a la confrontación fratricida. Ella misma se encargó de trazar lo que habrá de ser su actitud: “Bogotá no queda hoy herida ni polarizada ni dividida. Más que entre profundas diferencias ideológicas, Bogotá escogió una historia de vida, una trayectoria, un tipo de liderazgo para gobernar para bien de todos y todas. Escogió el liderazgo de una mujer luego de centurias de gobierno de hombres, casas y cunas políticas”, señaló
Claudia con orgullo es lesbiana. Es la mayor de seis hermanos de una familia de clase media tipo, con estrecheces económicas, que supo ganarse una beca con mucho esfuerzo y seguir estudios de biología. Desde muy joven ya era una reconocida activista en agrupaciones estudiantiles reformistas. Las calles y las protestas se convirtieron en su escenario natural para luchar contra la violencia y la injusticia imperantes en sus épocas de estudiante.
Sin embargo, no descuidó su formación académica y, por el contrario, se distinguió por sus estudios y la perseverancia en lograr diplomados de postgrado en diversas especialidades. Aseguran quienes la conocen, que estudió Administración Pública y Política Urbana en la Universidad de Columbia, en Nueva York con dos becas: de la OEA y del BID y que, tras su graduación, empezó a trabajar con Naciones Unidas durante seis años, en los que viajó por América Latina.
Como política se caracteriza por su actitud firme y vehemente contra la corrupción, sin dar tregua a políticos que delinquieron en su país y que, gracias a sus campañas se vieron obligados a ser sentados en los tribunales y sancionados por la justicia colombiana. En las elecciones de 2014 fue elegida senadora por la Alianza Verde con la más alta votación de su movimiento. En el Congreso, su voz se dejó sentir, sobre todo cuando denunciaba la corrupción en las esferas políticas de su país. Sus enemigos políticos la consideraron como “grosera y gritona”. “Ese es el gran defecto que me encontraron. Yo no robo, yo gobierno bien, yo lidero, yo produzco resultados pero grito, ese es el gran defecto. Si fuera sumisa y callada me verían más bonita, pero resulta que contra la corrupción no nos podemos callar”, solía responder.
Se declaró lesbiana y como tal luchadora por los derechos de las minorías. Su pareja, la senadora Angélica Lozano, con quien se dio un hermoso beso tras su triunfo, la describe como “una mujer tranquila y sensible. Su vida es de placeres modestos: la naturaleza, los perros, cocinarle a la gente que quiere, conversar y estar con los suyos”. Buen augurio para Bogotá. (*) Juez Supremo