Una oportunidad

Los relatos personales siempre son válidos. Podría sumar a varios que comprendieron el significado vital de la mentoría, entendida cómo la generosidad de ser maestro y pontífice. Pontífice es, desde la semántica, “el que construye puentes” y hay en la vida de cada cual quien sopla a nuestro favor y quien sopla en contra.
Hace varios años mi padre pasó por un colapso económico y yo ya cursaba por la Facultad de Derecho de la PUCP, sirva la novela familiar para explicarlo. No había disyuntiva, solo abandonar los estudios porque no había cómo pagar. Crispados, ya cuando la luz la habían cortado y nada nos quedaba por hacer en esa oscura noche, me encaminé a dejar los estudios.
Séneca decía que “La preparación se encuentra con la oportunidad” y solo entonces comprendí la frase sobre ir preparado para que te tiendan puentes. La universidad revisó mis méritos y no me dejó partir, me retuvo a su voluntad, me becó integralmente un año y me pagó los libros y sumó un estipendio. Ignoro si hoy sería la misma historia, pero la dialéctica permite entender que hay cosas que un día fueron para dejar de ser.
Fue un año de naufragio y rescatistas, me permitió seguir adelante y con más pasión, pasión que no era la acomodaticia del cargo público, sino por una friki causa que era más grande que uno. Graduado y agradecido comprendí que el mejor destino es el que nos permite dar la oportunidad a otros que no la tienen.
Quizás sirva entender que el objeto de la política es que las personas logren realizar sus proyectos de vida porque nada es más punzante que un joven que se queda en el camino o que no compite en iguales condiciones. Según la Secretaría Nacional de la Juventud, en el Perú 80 de cada 100 jóvenes entre 17 y 18 años lograron concluir su educación secundaria. Parece suficiente, pero no lo es si el 20% se ahoga en la hondura de la pena de no saberse dueño de su destino. 5 de cada 100 jóvenes entre 13 y 19 años interrumpieron su educación secundaria. 21 de cada 100 jóvenes entre 22 y 24 años lograron concluir su educación superior. 46 de cada 100 jóvenes interrumpieron su educación superior no universitaria y 17 de cada 100 jóvenes interrumpieron su educación superior universitaria.
Siempre un puente prematuramente roto es, per se, una tragedia social.

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