Unámonos por una sociedad más justa y solidaria
El discurso violentista que abrazan algunos movimientos políticos como bandera de lucha, utilizando el argumento de odio a los de arriba o a los de abajo, no conduce hacia nada bueno a una sociedad civilizada que respeta la diversidad. Aceptar esos discursos es caer en la barbarie.
Por eso, antes de abordar el tema de esta columna, quiero expresar mi profundo rechazo al reciente estallido de violencia que amenazó la vida de un candidato presidencial en los Estados Unidos.
Es fundamental recordar que nada justifica la violencia. Es particularmente notable que Donald Trump haya decidido seguir en la contienda electoral y que ambos candidatos coincidan en que las ideologías se exponen y no se imponen tomando aeropuertos, quemando locales o eliminando a los que no piensan igual que tú. Esta actitud debería servirnos de ejemplo.
Pasando al tema central, quiero continuar con las propuestas mencionadas en mi columna anterior, centrándome en el sector salud. Es inconcebible que en pleno siglo XXI, en nuestro país las madres tengan que dar a luz en baños y pasillos, y que ancianos, como la abuela de mi esposa, en su primer ingreso a un hospital en 86 años de vida, mueran en los pasillos de un hospital esperando una resonancia que nunca llega. Este estado de cosas es inaceptable y requiere una acción inmediata y decidida.
Es escandaloso que nos hayan engañado con las pruebas rápidas durante la pandemia porque el resultado fue la muerte de cientos de miles de peruanos. Mientras tanto, el autor mediato de este genocidio está en campaña electoral, pese a estar inhabilitado por diez años para postular a cargos públicos. A esto se suma la dilapidación de miles de millones de dólares en Petroperú y el continuo usufructo de más de dos mil millones de dólares por parte de la corrupta empresa Odebrecht, cortesía de figuras políticas como Susana Villarán, quien pese a haber admitido su delito, está libre.
Proponemos que, de la misma manera que sugerimos destinar un porcentaje de los saldos no ejecutados del sector público a financiar infraestructura educativa, se asigne un porcentaje similar a la infraestructura de salud. La pandemia nos mostró cómo los chinos construyeron hospitales de mil camas en cuestión de días, mientras nosotros llevamos décadas sin poder concluir la aprobación de expedientes técnicos, posiblemente porque no se ha “aceitado” adecuadamente la maquinaria burocrática.
¿Hasta cuándo, estimados lectores? Es tiempo de decir ¡basta! No podemos permitir que la incompetencia y la corrupción sigan cobrando vidas y destruyendo el futuro de nuestra nación. Necesitamos una reforma estructural que garantice la eficiencia y transparencia en la gestión de los recursos públicos, especialmente en sectores tan críticos como la salud y la educación.
Es imperativo que todos los peruanos de bien nos unamos en esta causa. La unidad y la integridad son nuestras mejores armas para construir un país donde todos puedan vivir con dignidad y esperanza. Debemos exigir responsabilidad y compromiso de nuestras autoridades y participar activamente en la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Acabemos con las componendas a las que nos tienen acostumbrados los miembros de la costra purulenta que abarca toda la sociedad peruana, especialmente a los políticos.
En conclusión, la situación actual demanda un esfuerzo colectivo y decidido para transformar nuestra realidad. La salud y la educación son pilares fundamentales que requieren una atención prioritaria y una gestión eficiente. Solo así podremos asegurar un futuro próspero y digno para todos los peruanos. Invito a todos a unirse en esta misión y a trabajar juntos por el bienestar de nuestra nación.
El Perú requiere de personas honestas y capaces. Basta de aventureros.
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