Unas palabras sobre el expresidente de Chile Sebastián Piñera (1949-2024)
Lamento profundamente la repentina muerte por accidente del señor Don Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique, presidente de la República de Chile en dos oportunidades (2010-2014; y, 2018-2022), y en mi condición de excanciller del Perú, expreso al gobierno y pueblo chilenos, mis más sentidas condolencias. Cuando se produce el fallecimiento de una personalidad, como es el caso del exmandatario Sebastián Piñera, normalmente solemos escribir o decir las mejores palabras del difunto, a tono de relievar sus virtudes, y teniéndolas con creces, por supuesto que no seré la excepción. Discurriré unas líneas en el realismo que me inspira la figura del presidente Piñera, que nos ha dejado. Haber sido dos veces presidente de su patria ya era suficiente para que se gane, como así lo fue, el respeto de su pueblo y de la comunidad internacional, tal como pasó con el expresidente del Perú, Alan García Pérez, que también nos dejó (2019). Piñera fue político y empresario, una combinación de actuaciones exitosas que tuvo armonía a lo largo de su vida. Afrontó con liderazgo uno de los momentos realmente difíciles de Chile en los últimos tiempos, primero el terremoto y maremoto de febrero de 2010, llevando adelante la reconstrucción del país por los daños que ocasionó la naturaleza, y en ese mismo año, en agosto, el accidente en una mina en Atacama, donde se lo vio todo el tiempo en primera fila hasta conseguir el rescate de los 33 mineros que habían quedado atrapados, y ambos cruentos episodios, los manejó con la solvencia y el equilibrio que un presidente debe mostrar en su condición de cabeza visible del Estado. Durante su segundo período gubernamental tuvo que afrontar con carácter las protestas de octubre de 2019 que buscaron desestabilizarlo y arrinconarlo hasta que se produjera su renuncia que jamás se dio. Piñera no se amilanó y con realismo, trazó el camino para la realización de un plebiscito en la idea de que Chile pueda contar con una nueva Constitución que, por cierto, a pesar de los procesos ulteriores, realizados durante el gobierno de Gabriel Boric, hasta ahora no se ha concretado.
Le tocó afrontar como jefe de Estado la pandemia de la Covid-19 que, de una u otra forma, contribuyó a su afianzamiento en la presidencia al atenuar las referidas revueltas que habían dado la vuelta al año buscando defenestrarlo del poder, sin conseguirlo. Lo critiqué y mucho en el marco del juicio incoado por Perú contra Chile en la Corte Internacional de Justicia por la controversia jurídica de delimitación marítima que tuvimos, en que le tocó ser receptor del fallo el 27 de enero de 2014, que nos dio la victoria jurídica. En efecto, Piñera no dijo la verdad sobre el contenido de la sentencia e inventó que el denominado triángulo terrestre, que es de plena soberanía del Perú, era chileno. Era un gobernante de salida y por tanto, hoy al paso de la década del veredicto del tribunal, y mirando retroactivamente aquel episodio, era comprensible que no quisiera llevar a cuestas, la hipoteca de la derrota de su país en La Haya. Pero fue loable que Piñera, casi al final de su mandato, dispusiera responsablemente y como hombre de Estado, que Chile coordinara con el Perú, para que los dos países, de buena vecindad -tal como lo pidió la Corte-, ubicaran el punto exacto y con coordenadas geográficas, del inicio del límite marítimo, conforme el trazado establecido por el tribunal, lo que así se hizo en marzo de 2014, a pocos días de dejar la presidencia. Esa actitud ejemplar, me cambió totalmente la idea que tenía de él dado jamás he hablado de alguien detrás de las cortinas. Tal como lo dije en columnas anteriores, Sebastián Piñera, en el balance de su actuación pública al frente de Chile, fue, sin discusión, un Estadista. ¡Descanse en paz, señor Presidente!
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