Único anuncio optimista por 28 de julio sería el adelanto de elecciones
El anuncio de la estatización de la banca por parte del extinto presidente del Perú, Alan García Pérez, en su discurso de orden del 28 de julio de 1987, causó enorme conmoción por lo sorprendente de la medida. Fue un déjà vu del velascato que nadie vio venir, completamente inesperado. Aquel pretendido control de capitales marcó un parteaguas de ese gobierno; lo que siguió, como narra la historia, fueron años insufribles para el país: caos socioeconómico y el avance incontrolable del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, sumado a que los empresarios se erigieron automáticamente en enemigos de García. Surgieron líderes políticos que enarbolaban el discurso de “Libertad” en rechazo a toda medida estatista, entre los que se cuentan el nobel Mario Vargas Llosa, Pedro Cateriano, Beatriz Merino, Enrique Ghersi, Rafael Rey, entre otros.
Como sabemos, entonces no existía la exigencia, como ahora sí prevé la Constitución de 1993, para frenar anuncios controvertidos, de que el mensaje de Fiestas Patrias del gobernante de turno pase por el filtro de la aprobación del Consejo de Ministros. De ahí que nadie, o quizá sólo el entorno palaciego de allá por 1987, sabría de la estatización en ciernes; fue realmente súbito.
Aquella experiencia nos marcó, y en los años subsiguientes los peruanos seguimos invariablemente la transmisión en tiempo real del mensaje de 28 de julio del jefe de Estado ante el Congreso, para tomar conocimiento de los anuncios y adoptar acciones, de ser el caso. Esto es importante si, por desgracia, algún sátrapa o aprendiz de dictador dispusiera, por ejemplo, la ruptura del orden democrático, con el consecuente avasallamiento de los otros poderes del Estado y demás organismos constitucionales, o medidas estatizadoras como la del 87.
Sin embargo, y sin menoscabar lo antes dicho, la generación que pudiera recordar el quinquenio del primer gobierno de García son actualmente personas de base 5 en adelante. De los 40 millones de peruanos que actualmente somos, un 23% lo constituyen jóvenes, y estos no tuvieron edad o conciencia de aquellas épocas de convulsión. Lo que, sumado a los nefastos gobiernos de los últimos años que ha atravesado y atraviesa el país, se sienten totalmente desafectos a la política, a sus autoridades y muestran muy poco interés por lo que pudiera anunciarse el próximo 28 de julio. Lo más probable es que estimen, siendo que el papel aguanta todo, que el discurso de la presidenta Boluarte esté plagado de autobombos, de logros incontrastables, propio de un universo paralelo donde parecieran vivir la mandataria y sus iluminados ministros.
Finalmente, no sólo los jóvenes, sino también otros grupos etarios, no esperarían nada de ese discurso, porque después de la sección de auto-halagos vendrían anuncios poco probables de cumplir, al restar dos años de su término y, en mi opinión, por la evidente incapacidad de la mayoría de sus ministros y demás altos funcionarios, que sólo buscan sobrevivir en el cargo y la gloria efímera que da el poder.
Una ministra ha declarado recientemente que el discurso de 28 de julio será de tono optimista. Bueno, lo único que realmente sería optimista es el adelanto de las elecciones generales, pero a estas alturas, eso es una utopía.
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