Uruguay y su ejemplar democracia
La elección presidencial en segunda vuelta (balotaje), llevada a cabo el pasado domingo 24 de noviembre en la hermana República Oriental del Uruguay, y donde fuéramos invitados como acompañantes electorales internacionales, nos obliga a recordar y comentar la percepción que se tuvo de cómo funciona su democracia y la razón por la cual su estabilidad política se conserva a “prueba de balas”.
Lo más importante fueron los días previos al acto eleccionario, al permitirnos tener ilustrativas conversaciones con destacados personajes políticos de las tres más importantes agrupaciones partidarias, cuando fuéramos recibidos, en cada caso, en sus correspondientes sedes principales o “casas políticas”. Me refiero al Partido Nacional, el Partido Colorado y el Frente Amplio (los dos primeros con más de un siglo de vigencia y el Frente con 53 años de dinámica actividad en el escenario político del Uruguay).
En el local del Partido Nacional (de orientación ideológica liberal, identificado con la derecha), fuimos recibidos y tuvimos una larga conversación con el expresidente de la república, Luis Alberto Lacalle (padre del actual y saliente presidente Luis Lacalle Pou, y cuyo candidato presidencial, Álvaro Delgado, pasó a la competencia en segunda vuelta).
Por su parte, en la sede del Partido Colorado (también liberal y considerado de derecha), nos recibió el dos veces presidente del Uruguay, Julio María Sanguinetti, con quien, igualmente, fue posible conversar largamente. De la misma forma, en el local central del Frente Amplio (progresistas y de orientación centroizquierdista), nos reunimos y conversamos ampliamente con la señora Lucía Topolansky (exsenadora y exvicepresidenta de la república, además de ser la esposa del expresidente José “Pepe” Mujica, quien se encuentra recuperándose de su salud).
Lo que merece destacarse en las tres conversaciones antes indicadas es la coincidencia de criterios que tienen estos importantes líderes políticos en cuanto se refiere a que todos (incluyendo otros dirigentes partidarios que también los acompañaban), sin excepción, tienen un único objetivo: el país y lo que pueden hacer, desde el ejercicio del poder, para mejorar las condiciones de vida de su población.
O, lo que es lo mismo, no interesa tanto quién pueda ganar la elección, sino qué pueden hacer los que no lograron ganar para conseguir que, con su apoyo, pueda el ganador ejecutar los proyectos que ofreció. Aquí se puede encontrar la explicación del porqué, a pesar de que el actual presidente, Lacalle Pou, tiene más del 50 % de apoyo popular a su gestión, su candidato (Álvaro Delgado) no ganara y, en su defecto, el candidato Yamandú Orsi, de la centroizquierda (Frente Amplio), fuera elegido presidente de la república.
No es menos importante el no haber escuchado ningún comentario negativo que pudiera hacer el político entrevistado respecto a su rival de turno. En ese sentido —y esa es otra razón— los actos de corrupción en el aparato estatal son prácticamente inexistentes.
La confianza que se tiene en el organismo que organiza el proceso de elecciones (Corte Electoral) es realmente muy destacable. Sus ministros (así denominados sus miembros) tienen experiencia y trayectoria de vida pública que garantiza su accionar, como es el caso del actual presidente de la Corte, Dr. Wilfredo Penco, quien lleva más de 25 años en el referido ente electoral, después de haber ocupado varios cargos como ministro.
No olvidemos que la población uruguaya se caracteriza por tener una densidad demográfica en la que el adulto mayor es la gran mayoría. En cambio, en el Perú, los ex altos funcionarios públicos, por razones de los límites de edad, terminan por ser marginados, desaprovechando su experiencia profesional y de vida, como es el caso de los jueces supremos en retiro y los fiscales supremos, igualmente cesados por límite de edad.
Pues, no es únicamente el Perú, sino muchos otros países de esta parte del continente, los que podríamos decir que tienen “envidia sana” al observar cómo funciona la democracia en el Uruguay.
Al respecto, conversando en Montevideo con Daniel Zovatto (destacado analista político internacional), coincidimos en que en la República Oriental del Uruguay funciona el “deber ser de la política”.
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