V Domingo de Cuaresma: “Yo soy la resurrección y la vida”
Queridos hermanos, estamos ante el V Domingo de Cuaresma. La primera lectura es del profeta Ezequiel y nos dice: “Así dice el Señor: “Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. Oráculo del Señor”. Dios abre nuestros sepulcros en esta pandemia que vivimos, es decir, nuestro interior y ¿Qué es lo que hay dentro? Hay muerte, no hay amor o misericordia. Existen vicios, orgullo, soberbia e ira. Es muy importante lo que alberga en nuestro interior, porque así Dios actuará en nosotros y veremos su misericordia. Dios hace lo que dice, cumple sus promesas; no es como el hombre que sólo habla con facilidad.
Respondemos a esta lectura con el Salmo 129: “Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón”. Pidamos a Dios que tenga misericordia de nosotros y rompa la prepotencia, el orgullo, la soberbia y la altanería que habita en nosotros. Dios nos salvará e impondrá en nosotros un espíritu nuevo, un corazón nuevo; haciendo de nosotros un hombre nuevo.
San Pablo a los romanos, nos presenta en la segunda lectura: “Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo”. Que importante es esta Palabra, es una norma del discernimiento de los padres de la Iglesia. El hombre que dice ser cristiano, pero no tiene el espíritu de Cristo - que es el del perdón y misericordia-, no es un auténtico cristiano. “Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales”. Hoy que vivimos el aislamiento social, gritemos y pidamos al Señor que podamos conocernos, descender como Jesús, ir hacia el otro para que se de en nosotros el espíritu de Cristo.
El Evangelio de san Juan es sobre Lázaro y relata un acontecimiento extraordinario: “Las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: “Señor, tu amigo está enfermo”. Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá» Jesús le dijo: «Tu hermano despertará». Con esto Jesús nos demuestra que la muerte no existe, Lázaro sólo estaba dormido. Hermanos, para los cristianos la muerte no existe. La muerte pagana, es sólo una dormición para los cristianos. Jesús nos dice hoy: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Esto lo que nos quiere decir y demostrar, Jesús es la resurrección y la vida. Si creemos esto, viviremos sobre todos los pecados que hemos cometido. “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”, dijo Marta. Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?». Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una piedra. Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días». Hermanos, llevamos en nuestros casas más de una semana, confinados por el aislamiento social obligatorio, y ¿A qué huele? Huele a la imposibilidad de amarnos, a muerte, incomprensión. Jesús nos manda a quitar la loza de nuestros sepulcros y nos dice: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”. “Cuando quitaron la losa, Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera». Dios te llamo por tu nombre y te invita a salir de tu sepulcro, te invita a caminar a su lado. Te desata para que te eches a andar con Él. Acudamos a la Iglesia y veremos el Cielo abierto. Que el Espíritu del Señor habite en tu hogar y con tu familia. Que la bendición de Dios, esté con ustedes.
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