Vacancia por vagancia
Cuando postulamos a algún trabajo, generalmente pasamos por un proceso de selección. Estos procesos tienen como objetivo determinar si somos candidatos idóneos para el puesto deseado, por ello, pasamos por una serie de entrevistas, exámenes y hasta dinámicas grupales, todo esto con el fin de ser “el mejor” de los postulantes para ocupar dicho puesto.
Muchas veces estos procesos pueden tomar varios meses, y es que el seleccionar a un trabajador implica decidir a quién se le pagará para hacerse responsable de ciertas funciones que impactan en los resultados de la compañía. Es tan importante este proceso, que muchas empresas optan por tercerizar con un especialista dedicado exclusivamente a esto (se les conoce como headhunters).
Una vez seleccionados, pasamos a la firma del contrato de trabajo, en el que se definen todos los detalles del acuerdo entre la empresa y la persona; las funciones a realizar, la duración del contrato, la remuneración a recibir, entre otros puntos relevantes.
Al ingresar, se suele tener unos días dedicados a la inducción del trabajador al puesto y a la cultura de la empresa; luego de esto, se da oficialmente el inicio del periodo de trabajo. Ahora, siempre hay una etapa al inicio donde, a pesar de haber pasado por un exhaustivo proceso de selección, se considera que estamos a prueba, por lo que si somos despedidos en esta etapa, no hay mayores consecuencias para la empresa, esto se estableció dado que siempre podemos equivocarnos tanto al ser seleccionados para un puesto (error de la empresa) como al optar por él (error del postulante).
Haciendo la analogía con nuestra realidad gubernamental, podemos ver que el puesto de trabajo más importante del país se basa en un proceso de selección cuyas exigencias son principalmente el populismo y la demagogia; es parte de la democracia, pero una vez asumido el puesto, ¡no hay periodo de prueba! El país necesita los resultados desde el primer día, el solo hecho de postular ya debería traer consigo la responsabilidad individual del postulante de saber que va a dedicarse a mejorar la calidad de vida de los peruanos y las condiciones de desarrollo del país, no debería tener otro objetivo; vemos claramente que esto difiere mucho de nuestra realidad.
Considero que ya tuvimos suficiente muestra de cuánto afecta la incapacidad de afrontar las funciones ejecutivas que debe tener un presidente (en general todo el aparato estatal), el ser un vago no sólo es aquel que no hace nada, sino también quien no afronta sus responsabilidades, por ello considero que debemos ponerle fin a la era Castillo. Cada día nos cuesta a todos los peruanos, para este nivel de vagancia, sólo queda la vacancia.
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