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Vacunas y geopolítica

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Fecha Publicación: 01/06/2021 - 20:30
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Por Luis Alberto Chávez

En la historia de la humanidad habrá que considerar unas líneas a los límites del multilateralismo en la lucha contra la pandemia. Ni las Naciones Unidas ni la Organización Mundial de la Salud lograron el consenso de los países más poderosos para atacar la pandemia de manera conjunta. ¿Para que sirvió entonces la globalización? ¿Para enfermarnos, pero no para curarnos?
Los países dueños de las patentes de la vacuna contra el Sars-coV-2, es decir, las transnacionales farmacéuticas de esos países, se resisten a compartir este conocimiento con el mundo, sin que ningún organismo internacional pueda hacer algo. No es que no haya habido cooperación. Los laboratorios científicos públicos y privados compartieron información y avances, lo que permitió acelerar el plazo de obtención y fabricación de las vacunas. Los Estados invirtieron miles de millones de dólares en investigación, que fueron a parar a las propias y poderosas industrias farmacéuticas. Pero una vez obtenida la vacuna, estas se resisten a compartir sus patentes.
Poco o nada pueden hacer las naciones por ahora para destrabar el tema en la Organización Mundial del Comercio. Desde octubre del año pasado, India y Sudáfrica vienen exigiendo que se liberen las patentes para ellos mismos (y otros países) poder fabricar sus propias vacunas. El mecanismo Covax Facility, que impulsa la OMS, es una bolsa pequeña que no promueve la distribución equitativa de la vacuna, sino una compra y reparto simbólicos a los países más pobres. Organismos internacionales calculan que unos 125 mil millones de dólares en vacunas están en juego de aquí al 2025. Sin contar en este monto la posibilidad cada vez más certera de que necesitemos dosis de refuerzo cada uno o dos años.
Los países latinoamericanos poco o nada podemos hacer frente a la disputa de los gigantes de las vacunas. Solo Brasil y Argentina tienen capacidad para fabricarlas. Chile está intentando asociarse con Sinopharm para abrir un laboratorio en su país. Son esfuerzos muy valiosos, pero individuales. Ni la asociatividad de la Comunidad Andina de Naciones, el Mercosur o la Alianza del Pacífico funcionó como mecanismo conjunto para comprar las vacunas.
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha empujado el tema y está logrando que se atienda el pedido de India y Sudáfrica. Sorprendentemente, Rusia y Francia han anunciado su respaldo a la propuesta. Aún se resisten AstraZeneca de Inglaterra y BioNTech de Alemania, lo mismo que China, muy interesada en colocar sus vacunas siguiendo la nueva ruta de la seda.
Mientras la ciencia conversa y comparte conocimientos, la política interviene para humanizar la economía y proteger no solo las patentes, sino la vida humana. Sin ciencia no hay futuro, decimos por aquí. Habrá que responder: ciencia hay, lo que falta es humanidad.

* Periodista y analista político

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