¿Vale la pena seguir en la ONU?
Los enfrentamientos entre Estados Unidos e Irán, el terrorismo en expansión y un potenciamiento del arsenal nuclear, tienen un claro beneficiario: las grandes corporaciones de armamentos que expanden sus negocios a costa de mermar los presupuestos públicos de programas de alimentación y salud de la población.
Ocurren esos hechos desgraciados porque los organismos multilaterales se muestran incapaces de garantizar la paz y porque también son incapaces de adoptar políticas de emergencia ante hechos devastadores, como el dramático cambio climático que arrasa millones de hectáreas de territorio, causando catástrofes naturales de extrema gravedad.
Las Naciones Unidas, sin embargo, se han convertido en un organismo burocrático, indolente, ajeno al sentimiento de las grandes mayorías y absolutamente inoperativo para atender sus urgencias.
No cabe ninguna duda de que los principales responsables de esa situación son las potencias mundiales, involucradas en conflictos bélicos sin conocimiento o autorización del Consejo de Seguridad, menos de las naciones integrantes del sistema multilateral, haciendo tabla rasa de los principios rectores normativos de esa organización.
Un vergonzoso y patético ejemplo de lo que decimos ocurrió cuando más de 100 países votaron a favor que el gobierno corrupto y represivo de Maduro ocupe un puesto en el Consejo de Derechos Humanos, semanas después que la propia Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, emitiera un devastador informe denunciando al régimen venezolano de asesinatos, torturas y encarcelamientos ilegal de opositores.
Ante esa perversa e inmoral decisión, donde se premió el genocidio, tenemos todo el derecho de preguntar para qué sirven las Naciones Unidas o, más aún, si vale la pena permanecer en una organización que en lugar de solucionar problemas internacionales los agrava por responsabilidad de los países más poderosos del planeta.
Recordemos, además, que el presupuesto de la ONU para el periodo 2018-2019 alcanzó 5 mil 400 millones de dólares, y una suma similar debe haber gastado los países miembros en el mantenimiento de su personal, oficinas y desplazamientos.
