Valores de la Semana Santa
Seguramente, durante los días feriados por la celebración de la Semana Santa, hay quienes aprovecharon para disfrutar de la playa; pero fueron también muchos los que participaron de los actos del llamado Triduo Pascual que se realizan los días jueves, viernes y sábado, o viajaron a Ayacucho u otros lugares del país en viajes de turismo religioso, famosos por sus procesiones de bellísimas imágenes de los últimos días de la vida de Cristo.
En Lima, cientos de personas, especialmente jóvenes, pertenecientes a distintos grupos parroquiales y asociaciones, contrataron autobuses para realizar el jueves el “Recorrido de las 7 Iglesias”. Llegaban con sus estandartes y altavoces, antes de entrar a los santuarios leían parte del Evangelio y así se pasaron toda la madrugada, en que los templos en el centro de Lima y sus principales distritos permanecieron abiertos.
Asimismo, multitudes participaron de los actos religiosos y de las procesiones de las hermosas imágenes, expresiones del arte religioso de Semana Santa, que salieron de la Catedral, Convento de Santo Domingo, Monasterio de las Trinitarias, Convento de la Merced, Basílica de San Francisco, Iglesia de la Soledad, Monasterio del Carmen, Parroquia de Cocharcas y Monasterio de Santa Catalina, en el centro de Lima. Lo mismo en los distintos distritos.
El pueblo peruano, lejos de cualquier ideología política, conserva sus tradiciones y sus valores propios que devienen de ellas; aunque pocas veces se ven reflejadas en sus líderes, nuestro pueblo no le rehúye a los sacrificios que significa sacar a su familia adelante, porque quiere que sus hijos tengan un mejor destino; por eso, es un pueblo emprendedor que se levanta a las 4 de la mañana para trabajar en sus pequeños negocios en los mercados o en sus puestos de ambulantes y así va progresando.
El Estado, con su burocracia, lejos de ayudarlo en su empeño, siempre es un obstáculo. Es por eso que la llamada informalidad en la economía crece y ya estamos a niveles de 70 %. Las instituciones estatales no ayudan, sino que son cargas para estas personas que se sienten huérfanas cuando tienen que enfrentar situaciones de grave inseguridad como la que estamos viviendo.
Los peruanos que se han esforzado por tener su negocio propio, desde una bodega hasta un servicio de autobuses, están siendo extorsionados por la delincuencia con el pago de cupos de cifras inalcanzables y, tantas veces, pagan con su vida el “incumplimiento” de estos pagos. La delincuencia no perdona, mata, usando armas hasta de guerra.
Asimismo, hay familias que reciben del gobierno ayuda mediante programas del Ministerio de Inclusión Social, pero lo que ha pasado con la alimentación de los escolares durante esta gestión de la ministra Urteaga y la anterior, no tiene nombre. Escolares intoxicados y al borde de la muerte, a causa de entrega de comida en mal estado o porque en lugar de atún les entregaban carne de caballo o cualquier otra cosa.
Por su parte, el Ministerio de Salud, de quien depende DIGEMID, ya se lavó las manos como Pilatos, con la falta de supervisión de los sueros de la muerte, y las atenciones a los pacientes son cada vez más precarias.
Por eso, el pueblo quiere menos Estado y más libertad con ayudas concretas mediante un buen sistema de seguridad, salud y educación, acorde a sus principios, y no ideologizado por ONG que se enriquecen imponiendo políticas foráneas en contra del respeto a la dignidad humana, la vida, la familia y sus creencias religiosas.
(*) Excongresista de la República – Regidora por Lima
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