Vamos con fuerza, hay que salir adelante

Aunque nos cueste aceptarlo, muchos estarían dispuestos a sacrificar las prácticas democráticas o a tirar por la borda nuestro incipiente régimen de equilibrio de poderes si eso permitiera disminuir la pobreza y dar mejores oportunidades a los millones de sobrevivientes de nuestro país. Otros más pragmáticos cambiarían la democracia por ejecución y resultados.

Sin embargo, por un tema de principios, nos tenemos que resistir a estas tentaciones. Sería casi un crimen de lesa humanidad, después de más de dos décadas de absoluta libertad, subyugarnos a una mano autoritaria que no conoce límites o caer en la trampa populista de las falsas promesas de bienestar. La consonancia entre Ejecutivo y Legislativo no es una exquisitez, al contrario, es indispensable para lograr gobernabilidad.

Las democracias suelen ser débiles para reaccionar frente a las crisis, porque son excesivamente deliberativas: se habla demasiado y se ejecuta poco. Pueden ser poco coherentes porque su sostenibilidad depende de pactos y concesiones entre fuerzas que podrían resultar ideológicamente antagonistas. La negociación de la mesa en el Congreso que se decide hoy es un clarísimo ejemplo, pero no deberíamos sorprendernos, están haciendo política.

A pesar de sus deficiencias, no podemos permitir que se instale el autoritarismo, la ejecución no es una moneda de cambio ni tampoco está garantizada. El filósofo Spinoza sostenía que mientras las tiranías son arbitrarias y cambiantes, en una democracia lo absurdo es menos temible, ya que es casi imposible que la mayoría de los hombres se pongan de acuerdo en una único y mismo absurdo, vale decir, en una sociedad plural es más difícil persistir en el error.

Un caso reciente en Acora, Puno, refleja lo devaluada que está la democracia en nuestro país. Insólito que el alcalde haya tenido que arrodillarse frente a centenares de pobladores de su distrito para ofrecer disculpas por haberse reunido con la presidenta. El problema es que no entienden lo que es la democracia, el pluralismo y el respeto.

Lo consideran un acto de traición porque en su cabeza Boluarte es una golpista. Son incapaces de comprender que no son una isla y que las coordinaciones con el gobierno central son indispensables, por lo menos en teoría. Que el alcalde y su equipo sean unos incapaces y que la ejecución del gasto sea ínfima, es otro tema.

Desafortunadamente, la mayoría de los peruanos no entienden lo que es la democracia, la representación y el rol tan importante que juega la independencia de las instituciones para la estabilidad del país. Asumen que es el ejercicio del voto y punto. Tampoco conocen cuáles son sus obligaciones ciudadanas, piensan que solo tienen derechos y más derechos que otros, por toda esa carga de patrañas imbuidas por la Izquierda. Imposible que mentes confundidas respeten la democracia.

La estadística del Latinobarómetro es incontrastable. Perú es uno de los países en los que la confianza en la democracia se ha desplomado mientras que en El Salvador de Bukele ha batido récord; lo identifican con el sistema de gobierno eficiente, es la simbiosis perfecta. Ello nos trae al punto original: la democracia no es el problema sino los muchísimos incompetentes y corruptos funcionarios que nos han gobernado a lo largo de la historia.

Sabemos que el gobierno solo quiere durar y que posiblemente será un discurso de grandes promesas, intentando satisfacer a todos, pero que la mayoría serán incumplidas.

Como nuestro cerebro se lleva muy mal con la incertidumbre y con la sensación incómoda de la falta de certeza, a pesar de que nuestro subconsciente levante las alarmas, nos generamos expectativas, penosamente algunas demasiado altas. Por ello, solo espero que Boluarte pronuncie un discurso corto, eficiente, que toque los puntos más neurálgicos, que prometa poco y que cumpla.

¡Felices Fiestas Patrias!

Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.