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“Vamos todos, pero sin zapatos”

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Fecha Publicación: 01/09/2021 - 23:00
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Las noticias diarias sobre los escándalos que surgen respecto al gobierno de Castillo -que impactan a la opinión pública local y repercuten en el mundo entero- no son sino una crónica policial en serie, que podría ser la trama de un drama tercermundista muy apetitoso para cualquiera de las productoras cinematográficas. Este sinfín informativo revela la magnitud de la tragedia de una ciudadanía engañada por unos aventureros de la peor estofa, trajeados de autóctonos mientras difunden una ideología extranjera originada en la URSS, tropicalizada por La Habana, vulgarizada por Venezuela y, por último, distribuida por el Foro de Sao Paulo. El experimento comunista que ha puesto en marcha el partido marxista, leninista, castro-chavista, pensamiento Gonzalo llamado Perú Libre (el adjetivo es un clásico oxímoron), no podría haber sido más corrosivo y vejatorio. Aunque definitivamente, muy eficaz. Su concepción vulgar y sus propósitos tan destructivos superan cualquier expectativa. En sólo un mes de haber sido puestos en escena, el Estado peruano -y con él su sociedad- están ad portas del caos general. El propio régimen comunista de Castillo está en cuidados intensivos, jaqueado por las fuerzas fácticas cerronistas. Ello equivale a que acá hubiese explotado una bomba de neutrones y no haya dejado rastro de Estado ni gobierno. Sólo un pueblo pauperizado, indignado, abandonado sin norte.

Constatar la miseria de premier misógino que tenemos, incapaz siquiera de licenciar al ministro de Trabajo –subordinado suyo con antecedentes senderistas- que, tras leer el “Tweet” que escribió su jefe anunciando haberle requerido la renuncia, respondió: “No renuncio”, fue tragicómico. También fue ridículo ver el martes en el Vraem (paraíso de la transformación de la hoja de coca en clorhidrato de cocaína, para abastecer de droga al planeta) a quien funge de presidente peruano, disfrazado de algo indefinido arengando a las masas de Mazamari, soliviantándolas contra quienes no profesan esa ideología de odio de clases característica de su marxismo decimonónico. Era el retrato del dictador sudaca degradado a estratos de lástima e incompetencia, como suelen acabar estos especímenes. “A mí no van a ponerme la agenda”, gritaba Castillo bajo un sombrerito metafórico. “Entendido está que cuando los hombres de sombrero asumen la responsabilidad, nos dicen incapaces. Hoy quieren tumbarse a los ministros (¿califican acaso de ministro tipejos vinculados al terrorismo y/o corrupción, portadores de tanta medianía intelectual, por ejemplo?) (…) ¡Yo invito a los congresistas! ¡Vamos al Vraem a debatir sobre la gran crisis y los problemas del país (…) ¡Pero vamos con los pies descalzos!” Pero, ¿qué significa eso de “los pies descalzos” si no es fomentar el divisionismo, sugiriendo que Castillo es un cajamarquino “pobre”, ganando ahora un sueldo que no habría recibido en su vida, y viviendo como rico a costa suya, amable lector? ¿O acaso insinúa que tiene mayor autoridad moral que los peruanos que no son cajamarquinos; y además, caminan con zapatos? A otro perro con estos huesos. Debata en el Parlamento, ciudadano Castillo. Es el recinto oficial de la representación nacional. Recuérdelo. ¡El Legislativo es el primer poder del Estado!

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