¡Vaquen ya a Castillo!
Sigue desfilando la recua de personajes de ínfima categoría que acaban investidos de ministros por un neófito integral, como es Pedro Castillo. Gente sin título universitario, apenas “egresada” de academias o de institutos superiores; y asimismo, ministras que ya pasaron por el gabinete –permaneciendo apenas una semana en el cargo- como la nuevamente jefa del sector Energía y Minas, que estuvo siete días como tal el pasado mes de febrero, y que hoy repite la historia en medio de la debacle más espantosa que, por culpa de Castillo, ha sufrido en la minería peruana. Este repetido, tragicómico escenario -ya van cuatro o cinco gabinetes ministeriales juramentados en apenas diez meses de infame gestión a cargo de este régimen abyecto- es la más elocuente demostración de que Pedro Castillo no puede ni debe continuar al frente de la jefatura del Estado. La destrucción institucional, democrática, económica, social, política, etc., que este sujeto le ha causado al país -en su brevísimo recorrido como presidente- es inconmensurable. Y sus efectos los repagarán una o quizá muchísimas generaciones, dependiendo del nuevo gobierno que deberá asumir las riendas del Estado.
Esta tragedia la están sufriendo 32 millones de peruanos, a quienes el comunismo busca acallar. O bien vía la sensualidad del subsidio –peligroso artificio de corta duración- o, fundamentalmente, a través de aquel sistemático engaño orquestado alrededor de un siniestro plan preconcebido. Lo del domingo por la noche –la juramentación de cuatro ciudadanos disfrazados de ministros- fue otro desbarre de este régimen comunista, acostumbrado a dar zarpazos y sorpresas oprimido por su medianía, la orfandad de sus colaboradores válidos, y su desesperación por no tener la más pálida idea de cómo gestionar una nación compleja como la peruana. Sin aviso previo ni motivación justificada ante el ciudadano, quien fuera un vil holograma con sombrero citó a la prensa a palacio para que presencie otro patético espectáculo de toma del juramento ministerial, cada cual más huachafo que el otro, discurseando estupideces para justificar su fajín ministerial. Como nuevo ministro del Interior apareció quien fuera asesor del defenestrado caviar Avelino Guillén, sujeto que jamás entendió el sector, multiplicando la ya disparada inseguridad ciudadana. Un bachiller juró de ministro de Agricultura, quizá la cartera más compleja ante el desastre alimenticio mundial. Como encargado del apetitoso y estratégico sector Transportes, juró un tipejo de apellido de mala reputación -Barranzuela- como el funesto exministro del Interior.
Lo del domingo por la noche -un evento cuasi clandestino- grafica la entelequia que es este régimen comunista, conducido por una partida de empíricos que sólo carburan la convocatoria a una constituyente, para acabar de destrozar este país y entregárselo como premio a los jerarcas marxistas del Foro de Sao Paulo, sacrificando así la vida, salud y el patrimonio de 32 millones de peruanos. Pero, sobre todo, fue una raya más al tigre, exhibiendo el absoluto desamparo en que se encuentran los castillos, bellidos, cerrones, etc., en su despropósito para apoderarse del Estado peruano y transformarlo en la versión andina de Venezuela.
Congresistas: ¡Vaquen YA a Castillo!
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