Vendiendo/alquilando la línea periodística
La mayoría —si no son todos— los medios periodísticos peruanos se consideran paradigmas de la democracia, poseedores de la verdad, referentes como ejemplo ciudadano; pero, sobre todo, se creen los buenos de la película. Bajo el magnífico paraguas de la libertad de prensa, se solazan predicando ejemplaridad, orientando a los pobladores bajo conceptos calcados de libros que reproducen las ideas fuerza conceptualizadas por los grandes pensadores de la historia de la humanidad, que vienen desde siglos atrás. Pero, como todo en esta vida, quien predice lo que fuere debiera confrontarlo con el ejemplo; no repitiendo como un loro lo que indican los textos o lo que digan los entendidos. Porque, si bien, como dijo un pariente mío, “el periodismo puede ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios”, todo dependerá de quién ejerza semejante responsabilidad.
El periodismo peruano fue grande, noble y ejemplar hasta finales del siglo veinte. Y, quizá, el último verdadero periodista que cumplió fielmente los dictados de aquella profesión fue Aurelio Miró Quesada Sosa. Luego, esta carrera fue prostituyéndose a galopantes niveles de pesadilla, incluso de delirio y, sobre todo, de engañifa. Con lo cual, el periodismo nacional progresivamente decayó hasta llegar al atroz mundillo del hampa en el que, mayoritariamente, hoy se encuentra.
EXPRESO no fue una excepción. Tras su fundación en 1961 por personalidades de primer nivel, como Manuel Mujica Gallo, contó con valiosas plumas periodísticas, como José Antonio Encina Pando, Manuel Jesús Orbegozo, Raúl Villarán Pasquel y Guillermo Cortez Núñez. A Mujica Gallo lo sucedió en la propiedad del diario Manuel Ulloa Elías, otro demócrata, durante cuyo ejercicio EXPRESO fue confiscado por el régimen procubano de Juan Velasco Alvarado, retornando a la vida democrática en el año 1980 bajo la propiedad de Ulloa Elías y, como baluartes periodísticos, Guillermo Cortez Núñez, sucedido, al morir, por Manuel D’Ornellas. Vino otro episodio aciago de este gran periódico bajo la dirección de Eduardo Calmell del Solar, quien acabó encarcelado por recibir dinero de Montesinos. Finalmente, en el año 2002, este escriba asumió la dirección y propiedad de EXPRESO; y en el año 2015, traspasé la dirección a otro notable periodista, Antonio Ramírez Pando, y la propiedad a otra empresa.
Salvo el lamentable episodio de Calmell, EXPRESO ha mantenido una línea firme, decidida por la democracia, la independencia y la limpieza política del país. Uno de cuyos pilares ha sido la batalla frontal contra las ONG, procuradoras de la corrupción en la forma más canallesca posible: fingiendo que trabajan para favorecer al país. De lo que no pueden dar fe otros medios que se autoproclaman como “la gran prensa”, siendo una cofradía mafiosa que, durante el último cuarto de siglo, ha vivido de las dádivas de corruptoras ONG, como USAID, que, según trascendidos, habría donado US$ 200,000 a RPP; US$ 104,000 a Marcos Sifuentes; US$ 70,000 a Clara Elvira Ospina; US$ 32,000 a La República y una cantidad no especificada a El Comercio. ¡Eso, señores, no es libertad de prensa! Vender la línea periodística a una potencia extranjera es el libertinaje más abyecto.
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