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«Vendrá la muerte y tendrá tus ojos»

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Fecha Publicación: 15/08/2023 - 22:30
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Una de las publicaciones en el género de poesía más solicitadas en la Feria del Libro, ha sido “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” del poeta italiano Césare Pavese, que se suicidó en el Hotel Albergo Roma, en Turín, el 27 de agosto de 1950. Al amanecer, el cadáver de la habitación 346, estaba sobre la cama, vestido, pero sin zapatos.

Encima de su mesa de noche, había 16 blísteres de barbitúricos, todos vacíos. El fatalista sin remedio que había escrito: “Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada”. Se había matado cumpliendo su presagio.

Antes de hacerlo, Pavese llamó a varias amigas suyas para encontrarse con ellas. Al ingresar al modesto hotel, solicitó que su pieza tuviera un teléfono y lo consiguió. Marcó muchos números de mujeres: o no le contestaron o se negaron a salir con él pretextando cualquier cosa. Y entonces no lo resistió.

Muchos poetas y escritores como él pagaron una culpa tan grande como inexistente. Escribían para no morir, entendiendo o no que esa culpa original era parte de su cultura, de su religión, de su filosofía de la vida.

Sin embargo, en el caso de Pavese, hay otro aspecto de su profunda depresión vital, que está claramente revelado en su Diario: la relativa impotencia sexual que lo disminuía, esa eyaculación precoz que le impedía satisfacer a sus amantes y que incluso lo llevó, en su amargura, a anotar en ese diario: “El hombre que eyacula demasiado rápidamente haría mejor en no haber nacido. Es un defecto por el que valdría la pena matarse.

Y finalmente: “Era necesaria la impotencia, la convicción de que ninguna mujer goza conmigo, de que nunca gozará, y he aquí esta angustia... este es verdaderamente el dolor que mata toda energía, si uno no es hombre… si debe andar entre mujeres sin poder pretenderlas ¿Cómo darse fuerzas y resistir? ¿Hay un suicidio mejor justificado?”.

Es verdad que imaginariamente ya les había dicho a todas las mujeres a las que llamó esa noche: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos / esa muerte que nos acompaña / de la mañana a la noche, insomne / sorda, como un viejo remordimiento / o un vicio absurdo / Tus ojos serán una vana palabra / un grito callado, un silencio”. Pero también es verdad que antes en alguna ocasión feliz les había dicho también: “Un día nos despertarán, de una vez para siempre / en la tibieza del último sueño: la sombra / será como la tibieza / Llenará la alcoba, a través del ventanal, un cielo más grande / De la escalera que se subió para siempre / no vendrán más voces ni rostros muertos.”

“Poesía no dice nada / poesía se está callada/ escuchando su propia voz” como vivió y escribió Martín Adán.

Jorge.alania@gmail.com

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