Vida loca

La inhibición, como una sombra persistente, frena a muchos que desean adentrarse en el mundo del streaming. Sin embargo, el fenómeno de IShowSpeed desafía esta rigidez. Este joven creador de contenido estadounidense ha alcanzado una fama meteórica, sin títulos ni discursos complejos, conquistando la red de una manera que parecía reservada solo para aquellos con años de experiencia o carisma calculado.
Lo curioso de Speed es que su éxito no se basa en transmitir mensajes profundos o discursos elaborados, sino en algo mucho más elemental: emoción, espontaneidad e interacción directa con su público. Según André Gide: “La autenticidad es la base de la creatividad”. Speed, con su risa desbordante, sus gritos, sus ladridos y su actitud despreocupada, no transmite lecciones, crea experiencias. Su fórmula es sencilla, pero poderosa: hace sentir a su audiencia como si fuera parte de su mundo.
Su estilo recuerda a los antiguos bufones de la corte, figuras que, con irreverencia, conquistaban al público del rey. Speed, al igual que ellos, genera un magnetismo imposible de ignorar. De hecho, esta audacia tiene raíces profundas, como lo explicó Erasmo en El elogio de la locura: “Todo lo importante que hacemos en la vida es por locura, lo que enriquece la existencia”.
La locura, en este sentido, no es un desvarío negativo, sino una fuerza que desafía las normas y enriquece nuestro paso por el mundo, impulsándonos a actuar, a crear y a ser estúpidamente genuinos. El bullicio que Speed desata es un carnaval, una sacudida que desarma solemnidades. Reírse de todo es la mejor defensa contra los que se toman demasiado en serio. Me preocuparía si el arrastre fuera de Antauro o Castillo; pero los tiranos carecen de humor.
Desde 2021, la carrera de Speed ha sido un torbellino. En tan solo dos años, ha ganado 10 millones de dólares. Ha sido tan impredecible que, durante una transmisión en vivo, casi quema su habitación y participó en un videojuego para adultos, sin importar las críticas. La pandemia le permitió conectar aún más rápido con su audiencia, logrando su primer millón de seguidores en varias semanas.
Más allá de los ataques al fenómeno, en su extravío hay una lección: todos necesitamos la locura, una bruta libertad para ser quienes somos y mostrarnos tal cual. Como Erasmo: es la locura la que puede darle un giro radical a la existencia, conectando y transformando cada acto en una posibilidad de creación.

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