Violencia y descontrol en los colegios públicos del país
La violencia en los colegios públicos del Perú ha alcanzado niveles alarmantes, afectando gravemente el derecho a la educación de miles de estudiantes. Enfrentamientos entre estudiantes de colegios, e incluso casos donde estudiantes golpean a profesores y auxiliares, han incrementado la violencia en las aulas. Esta situación ha creado un ambiente hostil entre alumnos y docentes, lo que exige una respuesta urgente del Estado.
Según la UNESCO y el Banco Mundial, se necesita no menos de 11 años de escolaridad continua para evitar caer en la pobreza extrema. Sin embargo, no más del 60 % de los alumnos que terminan primaria ingresan a secundaria, y una parte significativa no la termina. Solo el 10 % continúa con educación superior (privada o pública).
Durante el 2024, se registraron más de dos mil casos de violencia entre escolares en Lima Metropolitana. Estas peleas, dentro y fuera de las instituciones educativas, son grabadas por los escolares y difundidas a través de las redes sociales. Los diversos tipos de violencia escolar vienen generando bajo rendimiento académico, depresión, baja autoestima, entre otros, lo que posteriormente facilita la formación de pandillas.
Los colegios públicos, en la pospandemia, han concentrado una mayor densidad de estudiantes, provenientes de colegios privados quebrados y de la migración externa venezolana, debilitando al sistema educativo público. Por tres años consecutivos no se evaluó a los estudiantes al pasar de año.
El comportamiento violento de los estudiantes no es un fenómeno aislado, y la relación entre la familia y la escuela juega un papel crucial. Es común que, cuando los estudiantes cometen faltas graves o incluso delitos, los padres nieguen los hechos, perpetuando una falta de valores que se transfiere de generación en generación. Las escuelas, más allá de impartir conocimientos académicos, deben ser espacios donde se genere desarrollo tecnodigital y socioemocional, con práctica de valores.
Sin embargo, el desafío para el sector radica en cómo enfrentar la violencia sin recurrir a medidas punitivas como la expulsión. El Ministerio de Educación del Perú (MINEDU) ha señalado que la expulsión de estudiantes agresores por bullying u otros actos violentos contraviene las leyes educativas vigentes. En su lugar, se promueve un enfoque restaurativo, que busca corregir el comportamiento a través del diálogo, la mediación y el fortalecimiento de las competencias socioemocionales.
Aunque los expertos coinciden en que la expulsión no resuelve el problema de fondo, también es cierto que mantener estudiantes violentos en los colegios sin tomar medidas efectivas no es una solución. Considero que se debe plantear un enfoque punitivo proponiendo la reducción de la edad legal a 16 años para casos graves de violencia; así los escolares podrían ser imputados por delitos como agresión con lesiones extremas, con o sin pérdida de vida, y por violación sexual. Estas situaciones deben tratarse como los delitos que son, pues permiten proteger a la mayoría de estudiantes que no participan en actos violentos y asegurar su derecho a una educación segura.
A nivel institucional, la Dirección Regional de Educación de Lima Metropolitana (DRELM) ya está tomando medidas para abordar la violencia escolar. Iniciativas como la línea “La DRELM te escucha” brindan a los estudiantes acceso a orientación y apoyo por parte de especialistas que los ayudan a enfrentar problemas de violencia y otras dificultades emocionales. A nivel nacional, la línea “Sí se ve” (MINEDU) permite denunciar cualquier acto de violencia escolar y recibir asistencia psicológica tanto para la víctima como para el agresor.
Uno de los grandes problemas que enfrenta el sistema educativo peruano es la falta de personalización en las clases. La tecnología podría ser una herramienta clave para mejorar esta situación. Hoy en día, existen tecnologías que permiten, por ejemplo, automatizar procesos como el pase de lista y evaluar el aprendizaje en no más de tres minutos, proporcionando una mayor cercanía entre el docente y el alumno. De este modo, se podría ofrecer una atención más personalizada y rápida a los problemas de los estudiantes, lo que ayudaría a prevenir la violencia en las aulas.
Además, es esencial que el currículo escolar contemple el desarrollo tecnodigital y socioemocional, así como la práctica de valores. La próxima prueba PISA incluirá el pensamiento computacional como parte de su evaluación, destacando la importancia de contar con habilidades tecnológicas básicas para competir en el mundo actual. La tecnología educativa es un recurso técnico, pero también una herramienta que puede ayudar a transformar el ambiente escolar y reducir la violencia, promoviendo una cultura de convivencia en paz, que se base en la tolerancia y el respeto mutuo.
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