Vita brevis
Vita brevis, ars longa. La vida es corta, el arte perdura. Mientras escribo, recibo la noticia dolorosa de la partida de un amigo; poeta, ensayista y liberal, Héctor Ñaupari. No han sido buenos tiempos para las certezas. Hace meses se fueron mis amigos, el intelectual Eugenio D’Medina y el periodista Jorge Saldaña. Annus horribilis, pospandemia. Añadiría en un año, amigos de infancia, tíos entrañables, antes mi madre... No hay edad. Pero no se trata de escribir sobre la muerte y verle los ojos fritos como Pavese, sino de rescatar el presente.
Hay algo que siempre se acerca y nunca llega, se llama “mañana”, por lo que vivir ahora con la frase de Horacio en los labios es prudente, carpe diem (aprovecha el día). “Gente que no se moría antes, se está muriendo”, decía Gabo. Simplismo que toca la realidad de estos dos años, y en ese mar de cambios llamo a rescatar lo que huyó porque nos faltó palabras, porque nos faltó imaginación, como en el cuento de Murakami: el abrazo que postergaste, el día que no se dio, la delicia que no te llevaste a la boca, el viaje que no hiciste, la oportunidad que desperdiciaste, la gratitud que no pronunciaste, la trascendencia ignorada, el paseo a solas en la madrugada que no comenzó en un paso, las sólidas amistades que no cultivaste, el emprendimiento que no asumiste, el malestar idiota tras el error, los temores que se anclaron…
Siento a Pavese cerca susurrándome al oído ante el temor y temblor, pero no hay punto de fuga en los senderos porque no se trata de juventud ni madurez, sino de incertidumbre, de vivir a ciegas y sin definiciones: “esta muerte que nos acompaña/ de la mañana a la noche, insomne, / sorda, como un viejo remordimiento/ o un vicio absurdo”. Vita brevis, ciego Cioran, pesimista de médula, mal contemplador del viaje. Preferible es Kavafis: “Ten siempre a Itaca en tu mente. / Llegar allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje”.
Hay varias maneras de verlo según las creencias. La vida es sueño y niebla, decía Unamuno, recordando a Calderón de la Barca y a la locura quijotesca que es búsqueda infatigable de eternidad. No es solo riqueza y encantamiento, ocasión y viaje, es también trascendencia y divinidad.
Temor e incertidumbre inefable: siembra en la tierra lo que será perdurable, pero cultiva siempre la celeste inmortalidad.
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