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¡Viva el Perú!

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Fecha Publicación: 28/07/2024 - 21:50
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Hace 203 años se inició una nueva época en la vida nacional con la proclamación de la independencia. El cambio progresivo, venciendo escollos y superando dificultades, no ha logrado todavía la densidad necesaria, la madurez a punto. Algo falta cuajar...

En el curso de la vida republicana, transcurrida entre ocurrencias azarosas, realidades non gratas, hechos positivos y acontecimientos de seria repercusión, ha habido felonías y también actos gloriosos de lealtad. Pero aún es escaso el escarmiento.

Hay, como hitos clavados en la historia, actos que no sorprenden, sucesos aparentemente inverosímiles que intuitivamente eran esperados y, en compensación a lo adverso, autenticidad y verdades limpias de campechanía. Son realidades concretas en las que uno puede aferrarse para elevar cada conducta a niveles de superación, tanto personal como social, en bien propio y en proyección al país.

Existe lo que don Jorge Basadre se refirió, cáusticamente, “Al mundo de la vara, la coima, la mordida, los ayayeros, los patas, los compadres, los padrinos”, en memorable discurso en CADE 79. Es una práctica sempiterna y sin exclusividad alguna. Está enquistada en la costumbre y destila en todo tiempo; es un mal que exuda en cualquier momento.

Si bien el Perú es una nación independiente, soberana, hay omisión para el cumplimiento de lo debido en muchos estratos de nuestra heterogénea sociedad, en gente que prefiere la fachenda a lo auténtico, al rigor verdadero.

El espíritu nacionalista -como sincero amor a la Patria, a lo nuestro desde las raíces más hondas prendidas en cada intervalo vital- flaquea en no pocos casos, no solidifica en la medida y la fuerza necesarias. Esto provoca que la independencia ganada con heroísmo no funcione irreprochablemente y la democracia se sostenga casi de un hilo.

La ocasión es realmente propicia para meditar acerca del significado del patriotismo como sentimiento; por ley de la naturaleza, por principios y por ética estamos obligados a amar y defender la sociedad en que nacimos, de tal manera que todo buen ciudadano esté pronto a resistir hasta la misma muerte por su Patria, a pesar de aspavientos de aventureros, que fungen de políticos y tienen todo un prontuario, propio de hampones.

No se puede desligar lo que es, en esencia, el patriotismo y el espíritu cívico. Este es, respecto al primero, como la llama votiva que inspira el amor al terruño, amor que, sublimado, puede -y debe- conducir a los más grandes sacrificios.

Aprestémonos pues a rendirle justo homenaje a la Patria, siempre, con acciones que demuestren con eficacia la presencia constante del verdadero amor y respeto al Perú. Pasarán los festejos patrios, el entusiasmo se extinguirá como las luces de artificio que se estamparán en el cielo nocturnal, en cualquier rincón del país. Pero al fin debe quedar algo con valor de permanencia. Hagámoslo posible. ¡Tenemos solamente un Perú, cuyo destino está en cada compatriota! En aquellos que no comparten la misma ideología para pensar que el Perú está primero que los apetitos desmesurados de intereses de las organizaciones políticas.

Es responsabilidad y deber de todos buscar el Bien Común, anteponiendo los intereses de la Patria a asuntos meramente personales, pero para eso se necesita voluntad, una férrea dignidad y no convertirse en golfos mercachifles de la política.

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