¿Vivimos en un mundo seguro o inseguro?
El mundo occidental acaba de conmemorar, en Normandía, los primeros ochenta años del fin de la Segunda Gran Guerra, conocida como Segunda Guerra Mundial que, optimistamente, produjo la muerte de 40 millones de personas; mientras que los pesimistas cifran aquel guarismo en unos 100 millones de terrícolas fallecidos. Los estragos de esa conflagración fueron trepidantes para el resto de terrícolas. ¡Y este mundo no volvió a ser el mismo desde entonces! Anteriormente los pueblos se enrumbaban a la guerra por quítame estas pajas. Desde 1944, las guerras fueron alejándose del imaginario popular –como el elitista– por temor a repercusiones en la vida y salud de la humanidad. Tanto que, durante 80 años, nunca hemos visto hostilidades de grandes proporciones. Sin embargo, nuestro mundo, manejado por nuevas generaciones, ya no lleva en su ADN ese mismo raciocinio. La soberbia y los avances tecnológicos son, hoy, las guías de esta nueva sociedad entregada a la búsqueda de pretextos, muchas veces inconsistentes, para enfrentarse entre sí. Como la división del planeta entre el viejo cuño comunista, abocado a resucitar los enfrentamientos humanos por afanes de figurar –como convertir al hombre en mujer y viceversa, tan sólo mediante una simple declaración jurada ante algún burócrata–; o utilizar el principio de defensa de los derechos humanos a modo de arma política de constante tensión entre las sociedades. Todo aquello enfilado a fortalecer el retorno del derrotado comunismo –cuya lápida es el derruido Muro de Berlín– y debilitar al resto de la sociedad global, que avanza confiada en ahondar el conocimiento, como base para continuar engrandeciendo al hombre.
Pero el fantasma de una nueva guerra –de grandes proporciones– no está descartado en este mundo que, paralelamente, progresa conquistando el antes desconocido universo desconocido. Según el sólido periódico catalán La Vanguardia, Amin Maalouf, escritor libanes exiliado en Francia, considera “que vivimos en uno de los tiempos más peligrosos, lo que pudiera dar paso a una segunda guerra fría. Explica. “En la primera guerra fría tuvimos la impresión que existía el campo de la revolución, representado por los soviéticos; y el campo de los ricos, representado por una forma de conservadurismo. Una imagen que nunca fue precisa, (…) pero era la imagen general. Hoy, ya no tenemos la sensación de que los adversarios de Occidente representan en realidad a alguna revolución. A menudo tienen vínculos muy estrechos con fuerzas más derechistas o de extrema derecha”, Aunque concluye con un presagio: “Estoy seguro de que una de las primeras decisiones de Trump (si gana la elección) sería reunirse con Putin para firmar un acuerdo (…) Si ahora decimos que necesitamos una moratoria en inteligencia artificial, ¿quién garantiza que todos la acepten; quién la implementaría; además, quién la controlaría? Visto así, hoy el mundo es más peligroso que cuando Kennedy y Kruschov jugaban al riesgo nuclear y finalmente dijeron: ´no vamos a destruirlo todo, mejor lleguemos a un acuerdo.’ Hoy no es seguro que quienes tengan la posibilidad de causar destrucción repitan ‘no, finalmente encontraremos un acuerdo’”! ¡Interesante, propositiva visión!
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