Vizcarra camino al abismo
Lima amaneció ayer con una noticia cargada de trinitrotolueno. Apresaron a quien fue secretaria general de Palacio de Gobierno y a la secretaria personal del presidente de la República. Junto a esas dos funcionarias del más alto nivel -que acompañan desde hace años al presidente Vizcarra como gente de su más absoluta confianza-, fueron detenidos el misterioso amiguísimo del presidente Vizcarra Richard “Swing” Cisneros y otros cinco burócratas del Ministerio de Cultura; incluso un programador (¿?) del Gran Teatro Nacional. Quedan en calidad de prófugos el ex asesor del jefe de Estado Óscar Manuel Vásquez Zegarra y la ex directora general de RRHH del Ministerio de Cultura. Una batida de grueso calibre, sospechosamente ejecutada por la Diviac más conocida como la “policía política”. A todo esto, se sabe que extrañamente ayer el ministro del Interior se reunió a solas con Vizcarra durante diez minutos. ¿Acaso la razón fue para contarle al mandatario que la PNP estaba montando el operativo? Ello habría dado pie a que se entere el ex asesor presidencial y ponga pies en polvorosa.
¿Qué podría haber detrás de este hecho que, con dedo acusador, señala al círculo de confianza del Presidente? Recordemos que Vizcarra no está solo en esta escandalera. Él lideraba una organización criminal orquestada al interior de palacio de gobierno para obstruir a la Justicia, escondiendo pruebas de delitos como tráfico de influencias, falsedad genérica, etc. Además, Zoraida Ávalos, fiscal de la Nación, también aparece en los audios de manera comprometedora insinuándose una negociación presupuestal con el jefe de Estado. Tanto que ahora ha sido relevada de cualquier investigación a Vizcarra. Lo primero que se viene a la imaginación –tras esta coyuntura profusamente difundida ayer- es que Vizcarra procura amedrentar a quienes integraran su “picola mafia”, sometiéndoles a que sufran las feroces presiones sicológicas que suele utilizar la siniestra Diviac. ¿El objetivo? Que cambien su versión y limpien al aún mandatario. En ese escenario Vizcarra necesitaría transformarse, de manera formal y definitiva, en dictador para manipular –aún más descaradamente- a la Policía, Fiscalía y el Poder Judicial, buscando salvar su pellejo vengándose de su antigua camorra y persiguiendo a toda la oposición.
En el otro extremo -es decir suponiendo que la Justicia, incluyendo a la Fiscalía, permitiese que declaren libremente las señoras Morales, Roca, el ex asesor Vásquez, el inefable “Swing” y los numerosos imputados que están detenidos en alguna mazmorra- pues aparecerá la figura de un Vizcarra imputado por su propio círculo íntimo, huérfano de poder y por tanto incapacitado para seguir como jefe de Estado. Más aún, expedito para ser investigado por la Justicia. Quizá próximamente lo que podríamos ver es a un Vizcarra alejarse de palacio de gobierno sin pena ni gloria. Sea como fuere, estamos asistiendo a lo que quizá sean los estertores de aquella dictablanda inaugurada por Vizcarra, tras el golpe de Estado que perpetrara hace un año al clausurar el Congreso.
Nueva lección para una sociedad naif que sigue confiando en un impresentable como Vizcarra, sometiéndose a la desinformación de una prensa venal.