Vizcarra y “después de mí, el diluvio”
Martín Vizcarra Cornejo ha sido vacado por el Congreso peruano en una decisión y sucesión perfectamente constitucional.
El karma le dio el vuelto, por su deslealtad con Pedro Pablo Kuczynski, ante las confabulaciones que tramó con la oposición para destituir al entonces presidente.
La situación del Gobierno no daba para más con las continuas denuncias de corrupción que aparecían semana tras semana y que se pretendían minimizar señalando que eran patrañas, contando con una gran prensa –no toda- adicta, que alquiló su independencia, que desviaba la atención y atacaba a los opositores.
Vizcarra fue bien “marketeado”. Manejó muy mal la pandemia y se rodeó de un ministro ideológicamente comunista, que no tendría nada de malo, pero que tomó pésimas decisiones e hizo compras no técnicas, sino guiadas por sus tapaojos y hoy es conocido como el “Doctor Muerte”.
En conclusión el Perú estuvo en el primer lugar de cantidad de muertos por habitante y, asimismo, en el primer lugar en contagios de coronavirus en el mundo.
Hubo una conducción pésima de la economía, con la caída del -12.5% del PBI y lideró la peor crisis económica de Latinoamérica. No hay que olvidar que seis millones de peruanos perdieron su empleo.
Sin embargo, todo ello era encubierto con ataques masivos a la población por su “irresponsabilidad” de salir a las calles y no respetar los protocolos sanitarios –que en parte era cierto- y críticas incesantes a decisiones del Congreso, en parte también merecidas por su populismo.
La cortina de humo estaba construida, para que la presunta corrupción en que habría incurrido el entonces presidente, como ministro, gobernador o mandatario, sea tapada por escándalos mediáticos.
Aparecían encuestas con gran respaldo popular hacia la gestión del jefe del Estado, sin embargo en todas sus giras a provincias siempre era abucheado. Algo no cuadraba bien.
La última excusa para no vacarlo era que a las crisis económica y sanitaria, no se le podía añadir la política. Y el lavado cerebral a la gente calaba. “Para qué vacarlo, falta poco para que se vaya. La pandemia y la economía empeorarán”, se generalizaba.
¿Se prefería, entonces, continuar con los destapes por corrupción, es decir, crisis más crisis, hasta el 28 de julio del próximo año?
Los congresistas, con una votación abrumadora, terminaron por vacarlo, de forma legal, de forma constitucional. Sin embargo, la irresponsabilidad de dos cabecillas de partidos, Julio Guzmán y Verónika Mendoza, que alentaron a salir a las calles a protestar y en plena pandemia, en actitud subversiva, provocaron el vandalismo que está ocurriendo. Ellos deben ser enjuiciados por sedición.
Los comunistas pretenden que la fiebre chilena de anarquía y destrucción se contagie en el Perú y en otros países de la región.
Si bien Vizcarra no le gustó, pero acató la decisión del Congreso, su amor al Perú no era real, porque en su discurso de despedida no invocó a la calma a los revoltosos. Es más, posteriormente dijo que había derecho a protestar, pero ante la barbarie que ocurría omitió cobardemente que se tenía derecho a protestar, pero “pacíficamente”.
No le importó la destrucción de la propiedad privada, ni algunos focos de disturbios en el país, parodiando a Luis XV, Rey de Francia, que dijo: “Después de mí, el diluvio”, o mejor dicho “Jódete Perú”.
El nuevo presidente, Manuel Merino, debe gobernar en paz y tranquilidad y todos los peruanos de bien debemos apoyarlo. Igualmente, hay que invocar a esos medios de comunicación y guaripoleros, que son viudos de Vizcarra, a no alentar a la violencia.
Ricardo Sánchez Serra