Vizcarrizado
La polémica iniciada desde el gobierno en torno a la efectividad de la vacuna Sinopharm, luego de las revelaciones hechas por el programa televisivo de Beto Ortiz, abre una vista casi panorámica del modelo comunicacional adoptado por la administración de Francisco Sagasti que no precisamente constituye un ejemplo asertivo y valioso. Es en realidad un mamarracho que copia muy mal el utilizado por su antecesor Martín Vizcarra.
Empecemos admitiendo que Sagasti y el Ejecutivo muestran desesperación ante su notable caída en el afecto popular. La última encuesta de Datum Internacional difundida la semana precedente da cuenta que la desaprobación al presidente pasó de 52 % a 61 %, y que solo un 28% de peruanos lo respalda. Esto los ha llevado sin duda al intento de optimizar el apoyo ciudadano mediante gestos y esloganes que proyecten la imagen de una autoridad empoderada, bastante segura de terreno que pisa y las decisiones que toma.
Para ello, la titular del Consejo de Ministros Violeta Bermúdez, inauguró un cliché francamente patético, digno de aquellos directores municipales a quienes se les ordena decir ante las cámaras de televisión o los micrófonos radiales que sus alcaldes son los inspiradores supremos de las acciones exhibidas. “El gobierno de transición y emergencia nacional, liderado por el presidente Francisco Sagasti…”, repite la señora Bermúdez en cada intermedio de cualquier declaración pública que formula.
Volver imprescindible la mención a Sagasti como “líder” revela que no goza de tal imagen, y por lo tanto debe forzarse el atributo en las letanías del lenguaje oficialista. Hace recordar esas menciones al fundador de Corea del Norte, Kim il Sung, a quien la propaganda de su régimen dictatorial obligaba a denominarlo “gran líder y sabio conductor”.
De ahí la violenta reacción de Bermúdez contra el reportaje de Ortiz y días más tarde contra lo declarado por la excanciller Elizabeth Astete, en relación a que Sagasti, por lo menos, supo que ésta iba a vacunarse (no que la autorizó). El mensaje de la premier es: “al líder, ni con el pétalo de una rosa”.
No estamos lejos de la experiencia parecida a la que nos sometió Vizcarra, más preocupado en el posicionamiento político de su figura que en el arte de gobernar con eficacia. El llamado “lagarto” (bautizado así por sus propios hermanos, como lo señala Carlos Paredes en el mejor libro del año 2021) se las arregló muy bien para focalizarse como líder de la lucha contra una clase política corrupta y una gran mayoría lo creyó. Evidencias posteriores, como se sabe, prueban que era parte del mismo circuito corrupto.
Los fenómenos del marketing incorporados al gobierno han vizcarrizado a Sagasti. Una pena. El que lo desvizcarrise, un gran desvizcarrizador será.